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Escape al incierto futuro

Utopía

Eduardo Ibarra Aguirre

Dos diagnósticos sintetizan no sólo la situación que vive el país, sino cómo la perciben por una parte el informante que en “señal de luto” por la matanza en el casino Royale redujo a la décima parte el número de sus 10 mil invitados a la ceremonia de reconocimiento a sí mismo, y por la otra un representante de los regiomontanos dueños de México.

Primero la presidencial. Habrá un nuevo amanecer para el país, porque “la hora más oscura, en la noche, es la que precede al amanecer”. Y por si no fuera suficiente: “México saldrá adelante por el legado de sus ancestros y los sueños de sus hijos (…) por la fuerza y valentía de sus mujeres y hombres (…) porque tiene un corazón grande y la ambición de conquistar un futuro de justicia y libertad”, juró en un escape al futuro, como en los meses previos a la declaratoria de presidente electo, sólo que ahora se le agota el tiempo y “No obstante la propaganda, la aceptación del Ejecutivo es la más baja de la historia: 50 por ciento” (Jorge Meléndez Preciado dixit).

En tanto que el presidente del poderoso consorcio Fomento Económico Mexicano sintetizó un día antes de la optimista visión de Felipe Calderón: y no estamos peor “sólo porque los criminales piensan que no les conviene”. Si bien se refiere a Nuevo León, es claro que la responsabilidad institucional rebasa al gobernador e implica a la estrategia de Los Pinos.

Naturalmente que en la hora y 23 minutos de oratoria –que se ahorraron Carlos Slim, Emilio Azcárraga, Leonel Godoy y los intelectuales orgánicos al presupuesto federal–, también hubo juicios menos abstractos, por ejemplo que más de 100 millones de mexicanos ya están protegidos por el Seguro Popular y el sistema de salud. O el “programa de infraestructura carretera más grande de la historia”. O la política de becas también “más grande de la historia”, sin molestarse en buscar sinónimos. O “Casi 3 millones de familias ya tienen casa propia”. U “Hoy más de 34 millones de mexicanos cuentan con apoyos para que puedan tener educación, salud y una alimentación adecuada”. Nada que usted, generoso lector, no escuchó las últimas semanas, las 24 horas del día y hasta por su teléfono particular.

La saturación propagandística causa, también, un efecto contrario y esto lo conocen a fondo los expertos extranjeros que asesoran a Calderón Hinojosa y sus comunicadores. De tal suerte que tras el bombardeo mediático, abundan los televidentes y radioescuchas que no se interesan en saber más de la fiesta presidencial que tuvo como invitados a Hildebrando Zavala, el “cuñado cómodo”, y Luisa María Calderón, candidata a gobernadora para Michoacán con el abierto respaldo del “hermano presidente”, quien ahora promete “mi apego a la legalidad y al principio de preeminencia del interés nacional”, dicho frente a los más que incrédulos Enrique Peña Nieto, Marcelo Ebrard, Ernesto Cordero, Santiago Creel y Josefina Vázquez.

Los logros que presume hasta el hartazgo Calderón –pese a “que son de todos los mexicanos”– se ven opacados “ante la abrumadora preocupación que con justa razón todos sentimos por la inseguridad”, tesis que a media semana le planteó Joaquín López-Dóriga, durante una entrevista televisiva en la que el conductor sobreactuó hasta expresarle como máximo argumento “¡Se lo digo yo!”

La creación de la procuraduría social es la novedad significativa del discurso, pero como estima el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad si se mantiene la estrategia anticrimen es un acto de simulación y ambigüedad. Claridad y precisión son indispensables, también en la investigación de los asesinatos de Rocío González Trápaga y Marcela Yarce Viveros.

Acuse de recibo

Para el periodista Francisco Salinas es “Acertada la identificación que haces (31-VIII-11) de Felipe Calderón con George W. Bush. Sólo falta que en esta misma línea Calderón justifique con el ‘terrorismo’ una ‘Ley Patriota’ en México como lo hizo el mandatario norteamericano, con lo que incrementó el asecho a los ciudadanos y la impunidad de las policías con presuntos delincuentes y terroristas a los que se les niegan las mínimas garantías para su enjuiciamiento. Recuerda Guantánamo y los miles de detenidos, la mayoría árabes”… Margarita Martínez, del Instituto para la Atención Integral del Niño Quemado, abunda: “Agradecemos (…) el difundir la triste situación por la que hemos pasado, y que en realidad a quien le causa perjuicio es justamente a los niños quemados que se han quedado sin atención por la agresividad con que nos han tratado los ‘prominentes’ funcionarios de CFE en Querétaro (…) Seguimos cerrados, CFE insiste en no darnos servicio si no le depositamos en garantía –¿de qué si nunca le hemos dejado de pagar aun sus facturas abusivas– casi 80 mil pesos. Ellos nunca han respondido por los cortos que nos han provocado las empresas que subrogan ni por la falta de iluminación en la calle, misma que también nos cobran”… Javier Romero Gutiérrez –periodista y editor de fructífera trayectoria– falleció el 2 de septiembre.


LUTO EN CONTRALÍNEA

Contralínea
Revista Contralínea

· Luto en Contralínea

· Asesinan periodistas

· Silencio de Calderón

Con todo mi cariño para Fer y Chuchín

Miguel Badillo

Estamos de luto en Contralínea. Marcela Yarce y Rocío González Trápaga, dos mujeres, dos periodistas, una de ellas madre, queridas amigas y compañeras de trabajo, perdieron la vida la madrugada del 1 de septiembre –día del informe presidencial–, a manos de cobardes asesinos. En la redacción de la revista hay dolor, indignación, frustración, ira, impotencia. De un escritorio a otro se respira el miedo, con justa razón. Las desgracias no han cesado, una a otra nos persiguen en los escasos 10 años de vida de nuestra publicación. Todo por neciar en mantener una línea editorial independiente y crítica hacia los hombres y mujeres del poder político y económico en México, quienes se niegan a entender que el periodismo es dé y para la sociedad.

¿Qué sentido tendría llamarnos reporteros si no investigamos ni denunciamos lo que está mal en este país y le ponemos nombre y apellido a los responables? Hemos decidido continuar, no detenernos, no parar a pesar de las desgracias y los malos augurios. La sociedad nos necesita y a ella nos debemos.

Es sólo el trabajo periodístico que hacemos lo que nos ha convertido en indeseables, en blanco fácil para quien controla y maneja a su antojo este país. Apenas el año pasado, el 27 de abril de 2010, dos de nuestros reporteros, Érika Ramírez y David Cilia, que investigaban los asesinatos de indígenas triquis en las apartadas montañas de Oaxaca, fueron agredidos con armas de grueso calibre cuando viajaban con una caravana de paz rumbo al pueblo de San Juan Copala. Hubo muertos y heridos, entre estos últimos nuestro fotógrafo David Cilia.

Desde que inició el gobierno de Felipe Calderón, han sido varias las acciones de hostigamiento emprendidas en contra del equipo de trabajadores que hacemos el semanario de investigación. Una que nos mantiene ocupados hasta ahora, es el cúmulo de demandas por supuestos daño moral y daño al honor de empresarios y compañías que mantienen negocios con Petróleos Mexicanos, tales como Grupo Zeta Gas, Oceanografía y Blue Marine. Empresas que, en complicidad con el gobierno de Calderón, buscan presionar y asfixiar económicamente a la revista para que deje de denunciar los contratos irregulares que se hacen con la paraestatal Petróleos Mexicanos.

Han habido en contra nuestra detenciones arbitrarias ordenadas por jueces corruptos y manipuladas por empresarios impunes, procesos judiciales amañados pagados por personas sin escrúpulos, amenazas de muerte para amedrentar, allanamientos ilegales a nuestras oficinas encabezados por secretarios de juzgados, robos de computadoras y sustracción de expedientes de reporteros. A éstos nos enfrentamos en Contralínea, sin descartar intervenciones telefónicas y seguimientos de personas extrañas a nuestros periodistas que investigan corrupción pública y privada, fraudes financieros, lavado de dinero, seguridad nacional, pobreza y marginación. Estamos acostumbrados a trabajar en este clima de persecución.

También desde que Calderón asumió el gobierno, la revista dejó de recibir publicidad del dinero público que maneja su administración. Fue una orden, nos dijeron de adentro del régimen, por la línea editorial que critica al gobierno. Nada qué hacer en contra de eso. No importa que la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) haya documentado puntualmente la discriminación que hace el régimen de Calderón en contra de Contralínea y que por ello emitió una recomendación a favor nuestra. Con cinismo, el gobierno rechazó el dictamen de la CNDH.

La última demanda por daño moral llegó hace apenas unos días a la redacción de Contralínea. Esta vez es contra la reportera Ana Lilia Pérez por su libro Camisas azules, manos negras, en el que hace un recuento de la corrupción que envuelve a los hombres del Partido Acción Nacional que se benefician con dinero público. El acusador es un senador de la República, Juan Bueno Torio, destacado integrante del partido en el poder y quien recibe un salario del dinero público. Además, como legislador, cuenta con fuero para que ninguna autoridad judicial lo pueda tocar o molestar por lo que hace, no importa que muchas cosas se relacionen con negocios en Pemex. Este caso, como muchos otros, ya se atiende en tribunales, en donde jueces, magistrados y ministros tendrán que resolver si siguen protegiendo la impunidad, la corrupción y la desvergüenza de políticos y empresarios o, como es su obligación, se inclinan por defender la libertad de pensar, de expresar, de informar, de criticar, de investigar y de denunciar que tenemos los periodistas y toda la sociedad sobre los hombres y mujeres del poder.

Respecto del asesinato de las dos periodistas Calderón no se ha pronunciado, quizá porque este crimen no representa un triunfo de su administración. No es una victoria deportiva por la cual invita a los ganadores a Los Pinos para tomarse la foto y decir que no todo está mal en México. Es mejor para él alejarse lo más posible de estos crímenes sucios y cobardes en contra de periodistas que empañan más su régimen arbitrario y corrupto. En este gobierno, miles de mexicanos son masacrados por todo el país. Es mejor así, Calderón: de lejos, porque esta casa editorial no es tu casa, como la mía –y la de millones de mexicanos– tampoco es Los Pinos.

Los hechos

Dos cuerpos desnudos de mujeres amordazadas, atadas de pies y manos, con una soga al cuello y dos tiros de bala cada una, fueron levantados la mañana 1 de septiembre por la policía y el Ministerio Público del parque El Mirador, en la delegación Iztapalapa, al Oriente de la ciudad de México. En la delegación policial aparecían en calidad de “desconocidas”.

De la sala de juntas de la redacción de Contralínea, Marcela Yarce se retiró poco antes de las nueve de la noche del miércoles 31 de agosto. Comentó que iba a su casa, en donde la esperaban, como todos los días, sus dos hijos adolescentes, Fernanda y Jesús. Antes de ir a su hogar, Marcela se encontró en algún punto desconocido con su amiga y colega Rocío González Trápaga.

La siguiente noticia que tuvimos de ambas fue 12 horas después: no habían llegado a sus hogares. Desde las ocho de la mañana del jueves se movilizó la redacción de Contralínea en centros de salud, delegaciones policiales, centros de atención a víctimas y desaparecidos. Los que conocemos a Marcela sabemos que por nada del mundo faltaba a su casa, siempre preocupada por sus pequeños hijos.

Así, hasta que llegamos a la Procuraduría capitalina, en donde nos reportaron a las 12 del día haber encontrado dos cuerpos de mujeres sin vida que habían sido botadas en un parque público, con huellas de tortura y apenas cubiertas por unas lonas de plástico.

Acudimos a identificar los cuerpos y nos encontramos con la terrible noticia que se trataba de nuestras colegas Marcela y Rocío. La información empezó a circular por las redacciones de los medios y de inmediato la indignación y el reclamo se hicieron públicos. Los asesinos de las periodistas Marcela Yarce y Rocío González Trápaga ejercieron sobre ellas, las víctimas, violencia extrema.

Las autoridades del Distrito Federal se han comprometido a agotar todas las líneas de investigación y señalan –sin descartar otros móviles– que por las circunstancias del crimen se trata de un feminicidio con posible motivación de robo.

Al momento de escribir estas líneas han pasado 72 horas de este lamentable hecho violento. Desde el primer día el jefe de gobierno, Marcelo Ebrard, llamó consternado por los crímenes para dar el pésame y comprometerse a seguir personalmente el caso y saber quiénes son los responsables. El procurador Miguel Mancera ha mantenido el contacto estos tres días para informar el avance de las indagaciones.

Hasta ahora lo que sabemos es que Rocío González Trápaga habría recogido la noche del miércoles 31 una cantidad de dinero de la casa de cambio de la cual es socia y se ubica en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. Por eso una de las líneas de investigación más sólidas hasta el momento es el robo. Pero Mancera ha aclarado una y otra vez que todas las líneas siguen abiertas, incluída la de alguna represalía por la línea editorial de la revista. Aunque se cuenta con más información, por la secrecía del proceso judicial y para no entorpecer las investigaciones, es necesario esperar hasta que se descubra quiénes son los autores materiales e intelectuales del crimen.

Minuto de silencio en la Cámara

Mientras el Ejecutivo guarda un cínico silencio ante este crimen de dos periodistas, en la inauguración del periodo ordinario de sesiones de la Cámara de Diputados el pasado 1 de septiembre, el legislador Gerardo Fernández Noroña convocó al pleno a guardar un minuto de silencio, luego de que informara del asesinato de las comunicadoras. El diputado Agustín Guerrero, secretario de la Comisión Especial para Atender las Agresiones a Periodistas, propuso que se emitiera un pronunciamiento al respecto. El presidente de la Mesa Directiva, el priísta Emilio Chuayfet, dijo que en la próxima sesión la asamblea analizará las propuestas por escrito.

La Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal emitió un comunicado en el que “condena enérgicamente este asesinato que atenta directamente contra la libertad de expresión y la convivencia social en el Distrito Federal”, además de enviar personal para proponer medidas cautelares a la revista y sus trabajadores. La Comisión Nacional de los Derechos Humanos también envió a un representante para salvaguardar los derechos de los periodistas y vigilar el proceso judicial.

A través del boletín 326/2011, el presidente de la CDHDF, Luis Armando González Placencia, “exigió a las autoridades competentes una investigación inmediata, exhaustiva, hasta agotar todas las líneas del caso, para dar con los responsables materiales e intelectuales de este artero crimen que enlutece al periodismo mexicano”. Expresó además “sus más sinceras condolencias y su solidaridad a las y los familiares de las periodistas Ana María Marcela Yarce Viveros y Rocío González Trápaga, quienes fueron asesinadas”.

Al respecto, el titular de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera Espinosa, se comprometió con los familiares de las periodistas a esclarecer las circunstancias del crimen y detener lo antes posible a los responsables del doble asesinato. La Fiscalía de Feminicidios de la Procuraduría capitalina atrajo las investigaciones.

Reporteros, periodistas y amigos de todo el país han dado muestras de solidaridad y apoyo. También exigen el esclarecimiento de estos crímenes y que se frene la ola de violencia en contra del gremio.

Hasta ahora he sido fuerte ante cámaras, micrófonos, libretas y plumas de mis compañeros reporteros que hacen su trabajo de indagar, preguntar e informar. Pero en esta soledad de escribir, un nudo en la garganta me impide respirar y mis ojos me traicionan. Es hora de terminar esta columna, cerrar la computadora y seguir viviendo. Algo que Marcela y Rocío ya no podrán hacer. Descansen en paz.


LAS REFORMAS

Alberto Híjar Serrano

De haber una tendencia de izquierda en las Cámaras, a las reformas constitucionales urgidas por Calderón tendría que proponer:
1- Pleno respeto a los derechos a la sindicalización, a la huelga, a los contratos colectivos, a la figura del patrón sustituto cuando se decrete el fin de una empresa de Estado o privada. Anulación de la toma de nota por la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje a cambio de la reactivación de la Procuraduría no del Trabajo sino de los Trabajadores con un consejo de dirigentes sindicales y abogados con probada militancia obrera. Su presencia en las asambleas y las votaciones y su firma en las actas respectivas será suficiente para legalizar a los comités ejecutivos.

Auditorías expeditas a las centrales sindicales y a los sindicatos empezando por el de trabajadores de la educación, petroleros, ferrocarrileros, telefonistas, mineros, trabajadores al servicio del Estado, a la par de la renuncia o desconocimiento de sus dirigentes a fin de organizar asambleas electorales prescindiendo de las candidaturas de quienes hayan ocupado cargos de dirección. Anulación de convenios y contratos bancarios como parte de la terminación del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá y con otros países. Procesamiento legal a los comités ejecutivos involucrados en malversaciones de cuotas, plazas y prestaciones. Reorganización sindical por rama industrial en sustitución de las centrales espurias. Reglamentación de comisiones obreras y campesinas en la agroindustria, en las tareas de seguridad e higiene, reparto de utilidades, prestaciones, presupuestos y administración. La figura de empleado de confianza desaparecerá en la medida del reconocimiento de la antigüedad laboral para el ejercicio de plenos derechos. Reglamento de elección del Secretario del Trabajo y los Trabajadores con la participación de un consejo sindical para tal fin.

2- En materia de seguridad pública, pleno reconocimiento legal a las policías comunitarias que especialmente en la Montaña de Guerrero han logrado abatir el 90% de los delitos y cuyo ejemplo ha sido emulado en Veracruz, Oaxaca, Chiapas y Michoacán. Las policías comunitarias sustituirán a las policías municipales y serán financiadas con el presupuesto destinado para ellas al que se añadirá todo lo necesario para su equipamiento operativo. Se promoverán asambleas informativas de evaluación, emulación y destitución de los elementos nocivos que serán consignados penalmente si lo ameritan. Punto fundamental en estas asambleas será la denuncia precisa de los caciques locales y regionales a fin de promover la investigación de sus carreras delictivas que en muchos casos (Sosa Catalán en Hidalgo, Grupo Atlacomulco en el Estado de México, por ejemplo) vienen de tiempo atrás y han beneficiado con impunidad a no menos de cinco generaciones. En todos los reclusorios del país se hará una relación de presos sin procesar, con cargos de delitos no graves y con sentencias cumplidas, de primodelincuentes sin delitos graves, a fin de promover su liberación bajo vigilancia de las policías comunitarias. Sus fianzas serán pagadas con los bienes rescatados del crimen organizado, incluyendo los de los políticos venales. En las grandes ciudades, las organizaciones sociales serán la base para la construcción de esta práctica de seguridad. La Secretaría de Seguridad Nacional será sustituida por una Secretaría Ciudadana y Comunitaria de Seguridad Nacional sobre la base de la emulación de los mejores, que será investigada y difundida por el Instituto Nacional de Seguridad Pública que coordinará la discusión de esta problemática en los medios y en actos públicos.

3- La reforma fiscal irá a la par de la anulación del secreto bancario y financiero a fin de enlistar los movimientos de capital de los más poderosos a quienes se aplicará un tabulador de impuestos sin permitir fugas de capitales, triangulaciones financieras y exención de pagos por la vía de instituciones y eventos de aparente beneficencia social donde los más pobres cotizan para que los consorcios expropien sus aportaciones como si fueran de ellos. Bajo vigilancia de comités de trabajadores del campo y la ciudad, serán fijados los pagos por agua, energía eléctrica, usos de suelo y predial con la obligación de dar a conocer públicamente los tabuladores y atender en forma expedita las reclamaciones, todo lo cual anulará la exención de pagos y la donación de terrenos y servicios para los consorcios. Las propiedades suntuarias serán gravadas con un impuesto especial a partir de su extensión de más de 500 metros cuadrados, del número de servicios sanitarios y de la presencia de albercas y gimnasios. La extinción de dominio será programada y expuesta públicamente a fin de rematar las propiedades de los delincuentes en beneficio de un fondo para sus victimas y su descendencia. Los grandes consorcios hoteleros serán gravados con un impuesto para la conservación del ambiente y tendrán que repararlo con la vigilancia de comisiones de trabajadores del campo y la ciudad, pescadores, cuidadores de bosques y fuentes acuáticas y defensores del ambiente organizados quienes tendrán pleno apoyo legal para el cumplimiento de sus propósitos, lo cual incluye la consignación penal y el castigo de los corruptos.

4- La Ley de Cultura parece no ser prioritaria por lo que pudiera pasar desapercibida su aprobación ante la falta de representatividad de las comisiones respectivas de diputados y senadores. El gobierno insiste en orientarla hacia la sustentabilidad y, en concreto, la promoción turística que engendra reducción de la cultura a contratos y negocios de privilegiados. A cambio, los trabajadores de la cultura y los productores estéticos y científicos tendrían que organizarse más allá de intereses de gremio para participar en la organización de presupuestos, la desconexión con el contratismo empresarial y la industria del espectáculo, la preservación de sus memorias históricas con instalaciones y personal preparado, todo con la vigilancia de consejos electos en asambleas democráticas a fin de evitar nombramientos oficiales antojadizos de impreparados e improvisadas.

De estrategia integral habla Calderón. He aquí una muestra de cómo llevarla a la práctica sin reproducir los privilegios y la impunidad características de una clase mundial objetada por decenas de miles de indignados anticapitalistas en todas partes. Basta de programas mínimos y de alianzas oportunistas de espalda a las urgencias de solución profunda de la crisis.
5 septiembre 2011


Los deberes de la inteligencia

Aníbal Ponce

Conferencia pronunciada en la Facultad de Ciencias Económicas de Buenos Aires, el 30 de junio de 1930, por invitación de la Agrupación Estudiantil Acción Reformista.

I. De los deberes para consigo mismo

Cuando el Renacimiento quitó al hombre moderno la tutela del dogma, lo dejó casi a ciegas con el instrumento maravilloso de su propia inteligencia. Había sido hasta entonces una partícula casi indiferenciada de una realidad más vasta y más compleja: el alma colectiva que se reflejaba en él y lo creaba. Sus opiniones y sus creencias, sus sentimientos y sus gustos, veníanle impuestas desde afuera, con una coerción tan violenta que a veces le iba en ello la vida.

El espíritu moderno hallaba, así, en sus comienzos, obstáculos sociales en cierto modo insalvables. La robusta alma feudal se prolongaba de tal modo en la entraña misma de la Edad Moderna, que aún sentimos a veces, en nuestros mismos días, su obstinada fiereza. Para ella la inteligencia no pasaba de ser un siervo más; y si le dejaba de vez en cuando una displicente libertad de niño, no se hacía esperar muy largo rato cuantas veces debía atajarla o reprimirla. El pensamiento se fue desarrollando así con una timidez que lo inhibía, y bajo la mirada vigilante de una sociedad temible ensayaba aquí o allá sus inquietos balbuceos (1).

Durante siglos, llevó en sus flancos la crueldad de un drama: el drama de quien habiéndose acercado a la verdad, no tiene el coraje de decirla o imponerla. Una carta de Buffon pone al desnudo ese dolor con un cinismo que aun hoy nos avergüenza.

“Es necesaria una religión para el pueblo -dice-. En las ciudades chicas, todo el mundo nos observa y es mejor no contrariar a nadie. En todos mis libros he puesto siempre el nombre del Creador; pero para entenderlos con exactitud, no hay más que quitar esa palabra y poner en su reemplazo la potencia de la Naturaleza. Cuando la Sorbona me llamó al orden, no tuve ninguna dificultad en darle todas las satisfacciones que pretendía. Por la misma razón, cuando caiga enfermo y sienta aproximar mi fin, no tendré inconveniente en pedir los sacramentos. Nos debemos al culto público, y aquellos que proceden de otro modo no pasan de ser unos atolondrados. No se debe chocar con las creencias populares, como lo hacían Voltaire, Diderot, Helvecio. Este último era mi amigo; recomendé muchas veces que se moderara, si me hubiera escuchado, habría sido más feliz”.

Acaban ustedes de escucharlo: para ser “feliz” la inteligencia comprendía que era necesario moderarse. Rehuyó desde entonces la verdad peligrosa, envolvió en nieblas la expresión arriesgada, cortó de raíces las inquietudes más altas. Cuando Cuvier le hablaba de sus Revoluciones del Globo, Napoleón le dijo: “Ocupaos de eso, pero no toquéis la Biblia.” No tocar la Biblia seguía siendo a comienzos del siglo XIX la primera prohibición de la inteligencia; la Biblia, no entendida en el sentido literal del libro santo, sino en la significación más amplia que comprende por igual a la Iglesia poderosa que la respalda y a la sociedad conservadora que la apoya. En la advertencia terminante del Emperador, ¿no asoma acaso el mismo espíritu prudente y cínico que dicta al naturalista sus consejos a Helvecio? Evitar complicaciones, replegarse en límites modestos, no entrar en conflicto con la autoridad: he aquí la gran “sabiduría”.

Sabiduría tímida y mezquina, a buen seguro, pero difícil de mantener no obstante la docilidad y la mansedumbre. La verdad más modesta, ¿no adquiere a veces proporciones enormes? El botánico simple que colecciona yerbas y el astrónomo despreocupado que colecciona astros, no sospechan la repercusión probable del descubrimiento humilde o del hallazgo feliz. Aun en la obediencia y el respeto la inteligencia resulta siempre un arma de dos filos: cuando Colenso descubrió que la liebre no es rumiante, ¿sospecharía ni por asomo que se le impondría en castigo la pérdida de su salario?

¿Cómo aspirar, entonces, a la limpidez de alma del investigador sincero cuando se recela a cada rato las consecuencias sociales de sus opiniones? La inteligencia de hoy, justo es decirlo, no siente como antes la brutal tutela de quien manda Pero no ha perdido del todo su vieja servidumbre. Muchas ligaduras le quedan todavía por romper, y mientras el intelectual aguarde una dádiva, aspire a un favor, cuide una prebenda, seguirá revelando todavía en la marcha insegura y en la voz cortesana el rastro profundo de la antigua humillación. La sociedad tiene hoy otras maneras, menos duras pero no menos eficaces de constreñirlo a su servicio, y bien lo saben por cierto los que tuvieron el coraje de decir la verdad sin antes haber asegurado el pan de toda su vida.

¿No surge de ahí, imperioso y preciso, el primero de los deberes? ¿No salta a los ojos como una condición tal para la inteligencia la de arrancarla a la miseria que sólo enseña a mentir y adular, afianzando su independencia con el propio trabajo, en vez de andar mendigando del Estado la soldada despreciable que le ayude a vivir? La inteligencia, en efecto, no podrá alcanzar la posesión completa sino después de haber conseguido su absoluta autonomía. La obediencia del hombre a sí mismo, que es el fundamento de la razón sin trabas, exige a su vez la única virtud que puede darle vida: el culto de la dignidad personal como norma directriz de la conducta. Nada que pueda merecer un reproche, nada que pueda significar una obsecuencia. Ahogar para eso las ambiciones mezquinas, los anhelos pequeños, el apetito de tantas cosas sin corazón ni belleza. Vigilarse por eso sin piedad, hacha en mano como quien cruza una selva. Si el camino es largo, más larga es la dicha de marchar por él.

No se aspira a vivir bajo el signo de la inteligencia sin contraer al mismo tiempo obligaciones estrictas, y porque Spinoza era un espíritu libre se creyó obligado a llevar la vida de un santo. Un pensador que sea al mismo tiempo un santo: ¿es posible concebir de otra manera los deberes de la inteligencia para consigo mismo?

II. De los deberes para con los demás

Cuando la inteligencia ha servido lealmente la verdad, sin una inconsecuencia, sin una cobardía, ¿ha cumplido por eso con todos sus deberes? La vida que la rodea y que la impregna, ¿no tendrá exigencias que ella no pueda silenciar? Ignorarlas o desdeñarlas, ¿no será desconocer su verdadero destino, mutilando a sabiendas lo mejor de su espíritu? ¿Somos seres únicamente de comprensión y reflexión teorética? Junto al pensador que fundamenta sus conceptos en la frialdad y en la crítica, ¿no vive acaso otro ser de voluntad y de acción práctica capaz de inclinarse cordialmente sobre el drama humano y compartir sus inquietudes y sus dolores?

Tanto es el empeño en separar la inteligencia de la vida que se dijera hay en ésta algún temor oculto, alguna usurpación que defender, algún gran crimen que disimular. Las sociedades a decir verdad, no han estimado jamás al pensador. Lo han considerado, y con razón, como un hereje. No le perdonan sobre todo su originalidad, porque la originalidad es una de las formas de la indisciplina. Frente a un pensador que surge, la sociedad ha seguido dos caminos: o atraerlo para domesticarlo, o perseguirlo para concluir con él. Al pensador que se somete le llegan, sin duda, los agasajos y los honores, pero la sociedad no le confía otra misión que la de aquel sacerdote a quien los hurones llevaban cada vez que salían -a la pesca: predicar a los peces para que se decidan a morder.

Respecto al pensador que no olvida sus deberes y los defiende virilmente las sociedades modernas han variado un poco en su conducta: si en un principio pareció lo mejor hacerle la vida insoportable, se resolvió después comportarse con más habilidad. Los “herejes”, tenían a veces hallazgos asombrosos: el que pasaba sus días borroneando signos sobre una pizarra encontraba una estrella al final de sus cálculos; el que se manchaba los dedos con reactivos y apestaba el aire con vapores descubría, sin saberlo, una nueva tintura para las telas. Peligrosos, sin duda, no eran, sin embargo, inútiles; y bien podía perdonárseles de buena gana el descubrimiento inservible de la estrella, por el proficuo hallazgo del teñido. La sociedad empezó a valorar así el rendimiento práctico de la inteligencia. Le creó bibliotecas, le instaló laboratorios, le regaló premios, le erigió estatuas. Pero se apresuró, naturalmente, a no dejarla salir de lo que dio en llamarle “sus dominios”.

Individuos capaces de demostrar que los gusanos no nacen de la materia corrompida o que el hombre no es el rey de la naturaleza, sino la expresión más evolucionada de un largo proceso, ¿qué consecuencias irían a extraer si en vez de consagrarse a los minerales o los fósiles les diera por volver los ojos a la organización de la ciudad y aseguraran después que la sociedad está fundada en la injusticia y la rapiña? “Un orden social que permite el examen de sus principios -ha dicho el general Cavaignac- es un orden social que está perdido”. Y así nació el sofisma del intelectual como un ser aislado y sin partido, extraño por completo a las luchas de la política, ajeno en absoluto a la vida de su mundo. Mezcla de generosidad aparente y de logrería efectiva, la soledad del intelectual no podía beneficiar sino a la burguesía. Por lo que tiene de cálculo y por lo que tiene de miedo, la teoría del intelectual ajeno a los partidos muestra, apenas se la estruja, la mezquindad inherente a la media alma burguesa. Aprovechar de él cuanto pueda representar un adelanto en la técnica, impedir en él las amenazas posibles de su mentalidad disciplinada y de su crítica sin velos.

Por pereza unos, por sequedad otros, muchos intelectuales acogieron la teoría. Les halagaba tal vez conocer en ella un homenaje de los “hombres prácticos”. Creían quizá aumentar así las proporciones de su propio decorum, y al no participar sino desde lejos en los tumultos de la plaza pública, no servir tampoco y en ninguna forma los intereses de nadie. Mas no faltó una catástrofe, uno de esos acontecimientos que estremecen el edificio social, para que el pensador solitario y el estudioso aislado descubrieran con sorpresa que no habían sido, a pesar del aislamiento y de las ínfulas, más que un episodio en la táctica de la burguesía. Colaboradores, sin saberlo, de ella iban ahora a recibir las órdenes; y Gentile remata con la camisa del fascismo su filosofía del espíritu como acto puro, y Bergson va a repetir con voz escasa las disposiciones que le entrega el estado mayor de su país.

En la trabazón de la vida moderna es inconcebible el aislamiento. Pero si no nos es dado segregarnos de los hombres y contemplarlos en un silencio altivo, no nos es posible tampoco acercarnos hasta ellos sin pasiones. Hay una hipocresía no menos interesada que la tesis del intelectual aislado, en la teoría que lo quiere tolerante e imparcial. ¿Cómo concebir la tolerancia cuando se tiene ideales? ¿Cómo desentendernos de su suerte hasta admitir en el ideal de los otros un valor por lo menos igual al de los nuestros? ¿Quién diría que ha sido capaz de trepar tan alto que ha llegado a dominar el bien y el mal, hasta verlos mezclar el curso de sus aguas? El que siente las propias ideas como siente latir la sangre en las arterias tiene de antemano dictada su actitud frente a los hombres. No puede concebir la tolerancia sino en los conflictos que le son indiferentes. Ante la terrible realidad social, ¿quién tendría el valor de déclararse indiferente? Y aun en ese caso, ¿confesar tal actitud no equivaldría más o menos a tomar una postura? En su prosa transparente -transparente a fuerza de ceñirse al cuerpo de la idea- así lo afirmó Lenin. “La indiferencia -dice- es la saciedad política. Es necesario estar repleto para mostrarse ‘indiferente’ frente a un trozo de pan. Confesar la indiferencia es confesar al mismo tiempo que se pertenece al partido de los saciados”…

La inteligencia no podría adherirse a ese partido. Su estructura misma se lo niega. Inteligencia es, sin duda, comprender, pero es también crear. La inteligencia no vive sino por el asombro. Allí donde nadie ve un problema ella conserva intacta su excitante capacidad de sorprenderse. Cada sorpresa es un acicate de su propio dinamismo, un motivo de investigaciones infinitas. Cada solución que atisba le lleva a su vez a otros problemas; muchas hipótesis se le deshacen muy pronto entre las manos, y así, de esa manera, devorándose a sí misma, asistiendo trágicamente a su propio trabajo, la inteligencia busca las soluciones que persigue. Cuando las encuentra, y las encuentra siempre, el alborozo legítimo de la reacción triunfal señala en la marcha del mundo el nacimiento de algo nuevo, tan original y tan inédito que la inteligencia adquiere en este aspecto los caracteres verdaderos de la invención.

Y ahora, digo yo, ¿un mecanismo tan sutil podría abrazar el partido de los que niegan el derecho de asombrarse? Acaso un proceso que marcha paso a paso hacia lo desconocido, criticándose a sí mismo con crueldad implacable, ¿iría a sancionar la quietud del dogma, la rutina de las tradiciones, el gozo panglosiano de los que nada esperan? ¿Cómo al encontrarse de pronto con el drama del mundo no habría de sorprenderse ante tanta miseria, ante tanta iniquidad, ante tanta injusticia? ¿No sería más bien para enrojecer de cólera por haber creído en cuantos le engañaban, en los que le alejaron alguna vez de esos dolores diciéndole que eran mentiras, en los que le distrajeron tambien diciéndole que no debía preocuparle? Buscar la solución honradamente, ¿no equivale a poner la inteligencia sobre el camino de la Revolución? ¿Quién habría de encontrarla, conformista y resignada, cuando se trata de hallar precisamente un nuevo ritmo en la historia, una nueva patética conciencia humana?

Tiene de un lado la legión siempre poderosa de sus viejos amos: la autoridad, la jerarquía, el orden; tiene del otro los aliados de siempre: la rebelión, la inquietud, la negación. El conflicto de la inteligencia y de la sociedad, ¿no es por ventura la antinomia de la negación y el orden? El orden es lo fijo, lo aceptado, lo reverenciable; la negación es la reacción contra ese orden en la esperanza de construir uno mejor. Preocupación incesante, superación continua, perfeccionamiento infinito. Mirar todo lo hecho con ojos nuevos, empinarse para ver más lejos y más alto, apoyarse sobre hoy para alcanzar mañana. Junto al pensador y al santo, el profeta y el predicador. Ya no más la inteligencia que encuentra en sí el propio gozo: ¿de qué modo comparar su placer egoísta con el estremecimiento generoso del profeta que alza una esperanza nueva, del predicador que la desparrama y la vivifica, multiplica en las almas, la enciende en los corazones?

III. La revolución de la inteligencia

La inteligencia puesta al servicio de la revolución ¿qué papel podrá tener en ella? ¿Consejera, inspiradora, guía? Las revoluciones que transforman la sociedad y desplazan la propiedad, tienen un proceso laborioso y oscuro que exige la marcha de los siglos. Pero han nacido siempre de un desacuerdo entre las instituciones y las costumbres, entre un mundo que nace y un mundo que no quiere morir. Los años y las circunstancias han ido ensanchando el desacuerdo, afirmando los contrastes, poniendo en conflicto la letra y el espíritu. Los signos de la desarmonía no son igualmente visibles para todos. Pero aquí y allá se imponen a veces con una evidencia tal que no es posible el error: la historia prepara entre el juego ciego de sus fuerzas el advenimiento inminente de una nueva realidad.

A sabiendas los menos, ignorándolo los más, todos van arrastrados por aquel empuje irresistible. Nadie puede impedirlo, contenerlo, desviarlo. Los mismos que intentan remontar su curso son pasajeros que caminan para atrás en el interior de un tren en marcha. Agentes ignorados se incorporan sin cesar de todas partes, y poco a poco entre resistencias y crujidos empieza a asomar una conciencia oscura. El destino nos hace vivir hoy una de esas horas de la historia que no se escuchan sino muy de siglo en siglo. En las confusas manifestaciones del vivir contemporáneo asoma ya un alma nueva. Elevarla a plena luz, traducirla en doctrina, encenderla en ideales, esa es la obra de la inteligencia: bajo su aliento , lo que no era hasta entonces sino sorda rebeldía, asciende ahora a Revolución. La inquietud y el descontento pueden engendrar motines; las revoluciones, en cambio, sólo estallan cuando la clase que aspira a conformar sus intereses ha ido adquiriendo en escaramuzas previas la exactitud de su rumbo y el conocimiento de sus fuerzas.

El rumor de las masas que hoy despiertan en el mundo no es, por eso, el gesto de los desesperados y de los ofendidos; es la ascensión de una clase vigorosa que impone con su acción su ideología: ayer la Enciclopedia y el contrato social; hoy, el caudal de las ciencias y el pensamiento de Marx. Inspiradora, consejera y guía, la inteligencia encierra así la posibilidad de las realizaciones que sugiere o de las realizaciones que pronostica, y es bien sabido que son las notas de Marx sobre la comuna de Paris, las que habrían de dirigir, medio siglo después, las grandes líneas de la organización de los soviets.La inteligencia no se incorpora, pues, a la Revolución como quien adhiere precipitadamente a un movimiento que supone generoso. “No se es revolucionario – decía Lázaro Carnot -, se llega a serlo”.

Aunque la historia se va haciendo en la conciencia de los hombres, obedecemos en el fondo a corrientes poderosas que nos mueven. Sin el estudio profundo de la realidad social, sin el conocimiento acabado de sus pensadores y de sus teóricos, sin la reflexión crítica que suprime o suple las deficiencias de una ideología, sin la madurez que sólo dan las meditaciones precozmente comenzadas , toda invocación a la revolución por resonante que sea, no pasará más allá de un gesto o de un saludo. Barnave se incorporó a la revolución el día en que la madre fue expulsada por un noble de su palco en el teatro de Grenoble. Pero no habían pasado muchos años cuando los ojos tristes de una reina en desgracia le entibiaron la fe. Un impulso lo había llevado a la revolución; otro impulso lo alejaba. Las desconfianzas del proletariado hacia los intelectuales – más exageradas que injustas – no tienen otro origen.

¿Cómo aceptar por aliados a esos estetas a lo Ruskin que sólo ven en la miseria un obstáculo a la belleza? ¿Qué pensar de esos poetas que a la manera de Baudelaire en el 48 no rehuyen el fuego de la barricada pero dirigen después y casi al mismo tiempo un periódico socialista y un periódico católico? Tantas veces engañado, tantas veces mentido, el proletariado aspira a construir con sus propias fuerzas la empresa gigantesca de su emancipación. ¿Mirará por eso con más benevolencia a los “técnicos” salidos de sus filas, dispuestos a realizar la Revolución como quien construye un puente? Ni “impulsiva” ni “técnica”, la inteligencia es la levadura indispensable de la revolución. Su apóstol más entusiasmado ¿no fue acaso un filósofo? El método con el cual renovó la economía ¿no era acaso el mismo que Feurbach y Strauss llevaban a la historia de las religiones? La misma facilidad con que el marxismo se adapta a otras disciplinas ¿no indicará que a pesar de las diferencias de los medios el intelectual encuentra en ese método la atmósfera indispensable a su inteligencia? La causa del proletariado es por eso su causa, y si para destruir puede bastar la pica, para construir es necesario la escuadra y el compás.

No ignoro la responsabilidad de lo que digo, pero sería traicionar la confianza que me trajo hasta aquí si no os dijera derechamente lo que constituye para mí el deber más urgente de la hora. La cuestión social no existe sino para los que la sufren y para los que la estudian. Os he invitado a estudiarla cordialmente, con sinceridad y con amor. Si la nobleza instintiva de la juventud os ha acercado a ella no creáis que la servís con vuestro solo entusiasmo. Adentraos sin temor en el estudio de la economía y de la historia, iniciaos sin recelo en la lectura de sus clásicos, seguid paso a paso, a través de los siglos, la marea creciente del proletariado. Si a veces la letra es árida os reconfortará saber que cada línea tiene ya en la historia una repercusión prolongada. Sólo así, por la meditación y por el estudio, podréis incorporar a vuestra personalidad la preocupación social que la anime y que la oriente. No abandonéis por eso el sector de la naturaleza o de la vida que había despertado vuestra curiosidad primera. En él encontrareis gozos intelectuales de otro orden, pero no más puros ni más hondos.

Trabajadlo intensamente hasta sentir en él la alegría de haber encontrado algo nuevo; pero que el laboratorio, la biblioteca o el bufete tengan amplias ventanas siempre abiertas. Que nada de lo que ocurre afuera pueda seros extraño; que ningún tumulto pueda llegar a importunaros.
Al especialista fragmentario que fue el ideal de otro tiempo, oponed el gesantmensch contemporáneo, el “hombre-todo” de Goethe, capaz de sufrir y comprender la compleja diversidad del mundo. Sin esa sed que eleva y universaliza, que las glorias más puras os parezcan disminuidas. Ninguna vida más alta que la de Pasteur, ninguna inspiración más noble. Pero cuando le escuchamos opinar en política y en religión con las mismas opiniones de su cocinera, sentimos que aquella vida ejemplar no fue sin embargo completa, y a pesar del cariño y de la admiración un rubor nos confunde y nos humilla. No desdeñéis tampoco el arte y la belleza, ni os deslicéis a la exigencia absurda de querer socializarlos.

Son la expresión de lo que hay en nosotros de más individual y merecen sin duda la devoción apasionada. Por eso también, cuando sabemos que Emerson paseaba bajo el cielo de Italia y arrastraba penosamente su fastidio por la Florencia incomparable, sentimos de igual modo una profunda pena, porque fuerza nos es reconocer que le faltaba al apóstol una cuerda en su alma. La vida sin duda no es sueño ni nostalgia, pero a pesar de su aparente despego, los poetas ayudan también al Universo a realizarsus fines (2) . La vida es acción, la vida es batalla, pero no toda es lucha y vigilia. Allá en los subsuelos del alma siempre hay un sordo rumor de voces que nos alejarían de la acción si le prestáramos oídos. Escuchémoslo sin embargo algunas veces, y aunque seamos sensibles a su engañosa armonía, que sea para nosotros como el descanso de un remero que pone el barco a vela. Los días que vivimos son de prueba. No os engañen las calmas aparentes. Hay una guerra de todos los días, de todas las horas .

No es posible una paz duradera mientras subsista el capitalismo. El menor de los actos tiene así un significado preciso. Sepamos siempre para quien trabajamos. Cada desfallecimiento es un triunfo de los otros, cada inconsecuencia una traición. Seréis, pues, responsables de vuestros gestos, de vuestras actitudes, de vuestra vida. Pero si la tarea es dura, las horas no perderán por eso su alegría. ¿No estaréis acaso compensados de sobra al saberos solidarios con un algo más vasto que vuestro propio pueblo? A la visión estrecha de las doctrinas del pasado, ¿no oponéis acaso la vasta alma moderna? Renunciaréis sin duda a muchas vanidades; chocaréis muchas veces con muchas incomprensiones; las vanidades que dan los éxitos de la figuración y de la “carrera”; las incomprensiones de todos los egoístas que se instalaron en la vida como en un buen sillón. ¿Pero, qué pueden significar los sacrificios a la edad en que se tiene el orgullo de vivir la propia vida con las solas inspiraciones del porvenir y del ideal? ¿Qué pueden significar los sacrificios si al mezclaros a la vida de la época y al batallar en ella, vais sintiendo al mismo tiempo que os aumenta en tamaño el corazón?

Notas:
1) Erasmo, nada menos que Erasmo, escribía por entonces:“En cuanto a mí, no tengo inclinación a arriesgar mi vida por la verdad. No todos tenemos energía para el martirio, y si el temor me invade, imitaré a San Pedro”.
2) Marx, que admiró a Heine con entusiasmo de artista, y que había escrito en la juventud sus buenos tres cuadernos de poesías, “entendía que a los poetas había que dejarlosmarchar libremente por la vida y que no se los podía medir por el rasero de los otros hombres; no había más remedio que mimarlos un poco, si se quería que cantasen; con ellos, no valían las críticas severas.


Casa de los Derechos de Periodistas

México, D.F. a 1 de septiembre de 2011

Asesinan a dos periodistas más, mujeres y batalladoras por los derechos a ser periodista

Consternación, impotencia, ira, causó entre el periodismo mexicano confirmar el asesinato en la Ciudad de México de Ana María Marcela Yarce Viveros y Rocío González Trápaga, periodistas de formación, practica constante y defensoras sistemáticas de las libertades de prensa y de expresión. Yarce Viveros se desempeñaba como colaboradora de la revista “Contralínea” mientras que González Trápaga era reportera independiente.

La Procuraduría de Justicia del Distrito Federal está obligada a esclarecer con celeridad y rigor los motivos de este doble homicidio y encontrar a los perpetradores que, según todos los indicios, actuaron con dolo y saña. Las autoridades federales tienen también una gran responsabilidad para garantizar la seguridad e integridad de todos los comunicadores del país y para evitar que estos hechos sigan como una constante contra las y los periodistas.

Los periodistas, abogados y defensores de la libertad de expresión que integramos la Casa de los Derechos de Periodistas nos sumamos a la indignación general y alertamos que este crimen también aumenta la atmósfera de agravios, acoso y riesgos que padecen los colegas de la revista Contralínea por el tipo de periodismo de investigación que realizan.

No cejaremos en demandar justicia para las colegas ultimadas y en la exigencia a todas las autoridades, tanto locales como federales, para que hagan menos discursos y cumplan mejor su obligación de proporcionar seguridad a todos los mexicanos, pero especialmente a quienes tenemos la responsabilidad y el derecho de informar, profesionalmente, de los asuntos de interés público.

Abrazamos y acompañamos en su dolor a las familias de nuestras colegas y al personal de Contralínea, cuyo Director es socio fundador e integrante del consejo de esta asociación, y por los esfuerzos que hacen por ganar el derecho a ejercer periodismo de investigación.

Asamblea General de Asociados y Equipo Ejecutivo de la Casa de los Derechos de Periodistas: Amado Avendaño Villafuerte, Agustín Miguel Badillo Cruz, Judith Calderón Gómez, María de los Ángeles Eréndira Cruz Villegas Fuentes, Balbina Flores Martínez, Manuel Eduardo Fuentes Muñiz, Perla Gómez Gallardo, Jaime Guerrero García, Rogelio Hernández López, Sara Lovera López, Omar Raúl Martínez Sánchez, Jorge Mélendez Preciado, Rogaciano Méndez González, David Peña Rodríguez, Graciela Ramírez Romero, José Leobardo Reveles Morado, Amalia Rivera de la Cabada, Edgar Omar Viniegra, Amalia Zavala Soto.


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