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La esperanza sostiene en la Normal de Ayotzinapa a padres y familiares de los estudiantes desaparecidos

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Se alojan en unas aulas y se reúnen en la cancha para esperar información. Reciben alimentos de vecinos de Tixtla y otros aportes solidarios.

Lourdes Chávez
Tixtla
La solidaridad de los vecinos de Tixtla, de organizaciones sociales y algunas universidades acompaña a las madres, padres y hermanos de 43 estudiantes desaparecidos en Iguala hace ocho días, tras los ataques de policías y sicarios contra alumnos de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, mientras esperan en la escuela por algún indicio de su paradero.

Los tlixtecos se han organizado para llevar desayuno y merienda todos los días, y la comida se elabora en el comedor de la escuela con víveres donados; hace dos días llegó una camioneta con de la Universidad Autónoma de Chapingo, informó una de las madres, que pidió mantener en reserva sus datos. Reconoció que en tres días de estancia en la Normal, no ha gastado en alimentos, por el apoyo de la población, pues se menciona que el gobierno del estado suspendió el presupuesto asignado para comida de los estudiantes del internado, como se acostumbra durante sus jornadas de lucha.

Añadió que tampoco tienen mucho dinero para gastar porque, como la mayoría de las familias, es de escasos recursos; no es fortuito, pues cada año los alumnos luchan para garantizar la matrícula de nuevo ingreso y para que el criterio de mayor peso en la selección de estudiantes sean los resultados del estudio socioeconómico, es decir, se verifica que pertenecen a familias pobres, para que sus hijos tengan una oportunidad de hacer estudios de nivel superior.

Los familiares de los desaparecidos y padres que llegaron sólo a apoyar el movimiento, se instalaron en uno de los edificios de la escuela; en cada salón se ubicó a los integrantes de una o dos familias; alrededor de la cancha de basquet bol se pusieron sillas en círculo para el diálogo mientras esperan información sobre los jóvenes desaparecidos, y pasan el tiempo.

En el centro, “para quien quiera hacer oración”, se puso un altar con un cristo de un metro de alto y un señor Santiago en una vitrina sobre la mesa, del que uno de los familiares dijo que es el patrono de los casos difíciles. Por las tardes hacen rezos con rosarios, para rogar en el mundo espiritual por su bienestar, mientras en las calles exigen a las autoridades su presentación inmediata.

Nadie atinó a responder cuánto tiempo van a permanecer en la normal, donde la esperanza los mantiene, pero en casa los llaman deberes y otros hijos; se podría decir que no quieren pensar, ni atormentarse por el tiempo.
Se menciona que muchos de los padres de familia son de Tixtla, pero también hay personas de Costa Chica, cerca de Oaxaca; la abuelita de Carlos Lorenzo Hernández, Socorro Rodríguez, reclamó: “cuando Layo Aguirre nos fue a pedir su voto no nos escondimos, por qué se esconde, por qué los mandó matar”, dijo del gobernador que en el periodo de campañas visitó todos los pueblos de Ometepec, de donde es originario y donde recibió un amplio respaldo de la población. Recordó que dijo que los estudiantes iban a estar bien, “y ahora no nos da la cara”.

De Carlos, su nieto, indicó que es como un niño, “chamaco bien inocente, no sabe beber ni fumar, le gusta el futbol; en su pueblo, Huajintepec, jugaba con el equipo del barrio del Campo, y ayudaba a su papá en trabajos de albañilería y en el campo”.

Añadió que cuando fue aceptado en la normal “con qué amor se vino a esta escuela, con qué deseo de estar aquí, yo no quería que viniera, lloré cuando se vino porque ya sé cómo es”.
En la escuela, se observó un ambiente de cooperación, para arreglar desperfectos, mantener orden, pero no se escuchó el tradicional bullicio que caracteriza a los jóvenes.

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