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Hombre de México

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Por Aurora Reyes

Hace unos días, durante la inauguración de la exposición de Aurora Reyes, primer muralista y escritora mexicana, Fausto Alzati, Director General de Televisión Educativa de la Secretaría de Educación Pública, tuvo el tino de censurar públicamente el poema “Hombre de México”, tachándolo de Atipeñista.
Signo de la paranoia que recorre a las filas de PRI, la censura de Alzati deja en claro la consigna de callar cualquier voz crítica a sus contra-reformas. A pesar de haber sido escrito en 1947 y dirigirse a Lázaro Cárdenas, el poema se torna tan actual que hemos decidido reproducirlo, para disfrute y despabile del pueblo y pesar de los fieles a Peña Nieto.

Hombre de México
I
Algo oscuro ha pasado por el cielo de México.
está herida la tierra
y en los labios del viento
silva el agudo filo de la antigua profecía.

El horizonte ahoga un paisaje de alas
ceñido en ondulantes anillos de serpiente
¡Águila desojada!
Un sueño de poetas llora un sueño de héroes

Algo ha sabido el agua de litorales libres;
la nave de la espuma
hace viajes de alarma entre los azules y grises.

Inmóviles metales conspiran en la sombra.
Batallones de árboles manifiestan sus brazos.
La noche vigilante se apresta para el alba.

¿En dónde estás creciendo, silencioso gigante?
¿Qué paisaje florece distante en tu mirada?
¿Qué sombras te transitan?¿Qué verdades te hablan?

Nutrido de hambres públicas,
de olvido de ceniza,
de espinas colectivas,
de muchedumbres-lágrimas.
¡Ya levántate y surge!
Ya congrega y trasciende
esta imposible angustia panorámica.

Múltiple voz eleva sus hojas verticales
clamando por el fruto maduro de tu frente.
¡Desolada bandera! Otra vez Patria suave…
Ya vienen otra vez los mercaderes.

II
Ya vienen a llevarse tu riqueza,
tus cándidos tesoros,
tu color solferino
tu morado rabioso
y único en el mundo, los ojos de tus niños.

Se acabarán tus pueblos de gardenia,
tus provincias de nardo,
tus novias de amapola,
tu cempasúchil de oro
y los intensos campos de tu flor madreselva.

Ya no tendrás esquinas con vueltas de cilindro,
ni jardines de mantos,
ni ventanas en celo,
ni serenata tierna.
Ni habrá más lotería de cartoncitos

Apagarán tus júbilos de cohete y chinampina,
la deslumbrada luz de tus “castillos”,
aquella verde danza de tu ancestral amiga
y tu alucinación de maguey líquido.

Se romperá el hechizo de tus sirenas,
centro de zapateado y de conquián,
los irisados gallos de tus peleas
y los viernes de cábala y copal.

En mecánico ritmo tornaran la armonía
del ardiente prodigio que modela tu mano,
la magia de tu lenta caricia, la alegría
de los florecimientos de tu amor artesano.

Tus veneros de azul serán sesgados
en el color ardiente de tu sangre.
Envolverán en dólares tus huesos,
y en nube celofán tu joven aire.

III

Ven a cumplir tu entero destino, sombra clara;
te invocamos anónimo y auténtico,
hermano sin ayer y sin mañana.
¡Ven a morirte, Hombre de México!

Te espera la impaciencia,
los encuentros te buscan,
arden las multitudes,
se queman las palabras.
Surge ya ¡capitán de la angustia!
Te llama la voz verde de las cañas.

IV

Por este barro en marcha que somos,
por el amor del agua,
pos la muerte del árbol inocente
y su cosecha trágica.

Por tu serena dignidad de cacto
erguido en los desiertos de la sed,
tu corazón de tuna colorada
y tu canción de miel.

Por el incomprendido desorden de tus sueños
allí, donde parten los caminos de sal,
por la lluvia vendida,
por el pan traicionado,
por los hornos nocturnos de jacal.
Por el sol,
por la nube,
por la flor.
Por la palabra “Tierra”,
por la voz “Libertad”,
por los dioses de elote del cañaveral.

V

México, abre los brazos, ¡crécelos!
-mar que has purificado los ríos de otras aguas-
acoge nuestra voz.
¡Recíbela!¡Levántala!
y coloca tu cifra de justicia
en el cielo más alto del amor.

Abre tu antiguo rostro golpeado de infinito,
el volcán de tu entraña,
tu potencia de abismo azul.

Alcanza los contornos morenos de la raza,
desnuda las tinieblas,
multiplica las flechas de luz.

Crece los brazos ¡Crécelos más!
y en un himno de cumbres liberadas que crispe el huracán,
irrumpan el espacio de Indoamérica
las palomas de azúcar de la paz.

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