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Reseña de El 68. Conspiración comunista, de Arturo Martínez Nateras

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Para APIAVIRTUAL

Gerardo Peláez Ramos

La Universidad Nacional Autónoma de México ha publicado una buena cantidad de libros sobre el movimiento estudiantil mexicano, latinoamericano e internacional desde hace varios años. En especial, destacan los dedicados a la lucha que desembocó en la autonomía universitaria de 1929, el movimiento estudiantil de 1968, la huelga del Consejo Estudiantil Universitario de 1987 y la paralización de actividades del Consejo General de Huelga de 1999-2000.

De las obras enfocadas a la información y análisis del movimiento de 1968, cabe destacar El 68. Conspiración comunista, de Arturo Martínez Nateras, quien fuera líder de la Central Nacional de Estudiantes Democráticos, la Juventud Comunista de México y el Partido Comunista Mexicano, además de dirigir revistas y editoriales.

El libro se divide en dos grandes partes: 1. Brillo de memoria, y 2. Conspiración comunista. La primera incluye Antecedentes, Represión y resistencia, Manifestaciones, El rector Javier Barros Sierra (1915-1971), ¡Nunca más!, Dos autores del 68, Las del 68. Mujeres presas, y Vivir en Lecumberri.

La segunda abarca Nicolaítas, Crímenes del Estado policial mexicano, 1967. Y nos hicimos generación, Amar luchando y luchar amando, La Marcha Estudiantil por la Ruta de la Libertad, Nuestro 26 de julio, Los comunistas en el 68 mexicano, La epopeya de la UNAM en el 68 mexicano, Diálogo con Barry Carr, El fantasma del comunismo y los papeles de Lecumberri, La pinche CNED, Los comunistas después del 68 y Cronología, así como los artículos de Carlos Montemayor, “Memoria, sueños e identidad”; de Joel Ortega Juárez, “Lo que nos une y lo que nos separa”, y de Marcelino Perelló, “Aquel compromiso”.

La sección gráfica, integrada por cientos de fotografías, reproduce el grabado del Taller de Gráfica Popular Caravana del Hambre, de los mineros de Coahuila en 1951; un fragmento del mural de David Alfaro Siqueiros en la Asociación Nacional de Actores, que recrea el asesinado del joven comunista Luis Morales el 1º de Mayo de 1952; las fotos de Nicandro Mendoza, líder estudiantil politécnico, conducido por dos policías en octubre de 1956; del sepelio de Everardo Rodríguez Orbe, el 2 de octubre de 1966 en Morelia, Michoacán; de Demetrio Vallejo Martínez, dirigente ferrocarrilero, arrestado por militares en marzo de 1959; del extraordinario grabado de Adolfo Mexiac sobre la libertad de expresión; de Florencio López Osuna, torturado después de la matanza de Tlatelolco; de presas políticas, entre quienes se hallan Ana María Tecla Parra, Francisca (Paquita) Calvo Zapata y Margarita Muñoz Conde; de los presos políticos Justino Juárez, Gerardo Unzueta, Carlos Sevilla y otros, y de Pablo Martell Santos, líder estudiantil en 1967 de la Escuela Hermanos Escobar de Ciudad Juárez, Chihuahua.
Son abordadas las históricas manifestaciones del 26 de julio, 1 de agosto, 5 de agosto, 13 de agosto, 27 de agosto y 13 de septiembre en un apartado especial. De la penúltima escribe el autor: “el movimiento realiza la mayor movilización de la historia de una ciudad participativa por excelencia. Proporcionalmente los entonces 400 mil contabilizados, superan con mucho a cantidades similares registradas en la marcha contra el desafuero de AMLO…” (p. 49).

El 68. Conspiración comunista es una obra abiertamente polémica. De esta manera, esclarece quiénes fueron escogidos para ser oradores en el mitin del 2 de octubre, en Tlatelolco, quedando asentado: “El CNH designó a los cuatro oradores y a la maestra de ceremonias.
“No otros. Ellos y nada más que ellos. Es impresionante la cantidad de equívocos y desvaríos que se han escrito sobre el tema.
“El orden sería primero Florencio López Osuna, enseguida José David Vega Becerra… ya no hubo después. Pongo de relieve que tres de los cuatro formaban parte de la JCM y de la CNED”. (p. 62)

Acerca del rol del rector de la Universidad Nacional, el Micho plantea: “El 68 no hubiese sido lo que fue sin la participación institucional de la UNAM. La UNAM, encabezada por don Javier Barros Sierra, hizo posible una alianza determinante entre la izquierda y la democracia liberal universitaria que se extendió a todas las fuerzas sociales y políticas y penetró incluso al aparato de gobierno…” (p. 73)

En torno a dos obras acerca del 68, se establece: “Edmundo Jardón Arzate redactó el libro De la ciudadela a Tlatelolco: México, el islote intocado, publicado por Ediciones de Cultura Popular en 1969 (402 pp.). Éste es el primer texto editado sobre el movimiento del 68, es un auténtico reportaje escrito en vivo, con la frescura de los acontecimientos redactados por un periodista comunista”. (p. 89)

Y del libro de Ramón Ramírez Gómez, apunta: “El maestro Ramón es el autor del cantar de los cantares del 68 mexicano. La prueba del tiempo hizo de su libro la enciclopedia imprescindible para investigadores, cronistas, historiadores, periodistas. Editado en 1969 por Era: El movimiento estudiantil de México contiene en dos tomos el primero y el más rico, fresco y genuino acervo documental”. (p. 90)

En la sección Las del 68. Mujeres presas, con gran precisión Martínez Nateras enlista a las presas políticas en el Distrito Federal, entre las cuales menciona a Roberta “la Tita” Avendaño, Gloria Benavides Guevara, Nuria Boldo Belda, María Eugenia Calzada Flores, Teresa Confreta de Fernández, Rosa Albina Garavito, Gladis Guadalupe López Hernández, Josefina Pimentel Ramírez, Lourdes Quiñónez Trevizo, Adela Salazar de Castillejos, María Concepción Solís Morales, Ana Lilia Tecla Parra y Lourdes Uranga López.

En donde no acierta del todo es en la lista de mujeres en lucha antes, durante y después del 68, donde incluye a Olga Alicia Aragón, Clementina Batalla de Bassols, Laura Bolaños, Valentina Campa Uranga, Gloria Cortés Varona, Norma de los Ríos, Benita Galeana, Liduvina Gallardo Suástegui, Silvia Gómez Tagle, Rosario Guadarrama de Batres, Estela Jiménez Esponda, Marcela Lagarde, Gema Lozano Nathal, Adriana Mújica Murias, María de la Luz Núñez Ramos, Rosa Isela Ojeda Rivera, Margarita Paz Paredes, Elba Pérez Villalba, Esther Posadas Segura, Rosaura Revueltas, Andrea Sánchez, Hilda Solís, Elia Sortibrán, Dolores Sotelo, Georgina Tecla, Consuelo Uranga y Adelina Zendejas. Todas las incluidas merecen estar allí, pero las omisiones son muy notorias, como las de Juana Belén Gutiérrez de Mendoza, Carmen y Catalina Frías, Margarita Ortega, Margarita Martínez, Elena Torres, María Efraína Rocha, Elvia Carrillo Puerto, Esther Chapa, Cuca García, Concha Michel, Frida Kahlo, Macrina Rabadán, Teresa O’Connor, Lucinda Nava y Martha Lamas.

En cuanto a los presos políticos, es correcto incluir a Pablo Alvarado Barrera, Luis Raúl Álvarez Garín, Miguel Aroche Parra, Joel Arriaga Navarro, Fabio Barbosa Cano, José Luis Calva Téllez, Valentín Campa, Salvador Castañeda Álvarez, Armando Castillejos Ortiz, Heberto Castillo, Luis Tomás Cervantes Cabeza de Vaca, Francisco C. N. Colmenares, Máximo Correa, Ramón Danzós Palomino, Eli de Gortari, Rodolfo Echeverría Martínez, Dionisio Encina, Óscar Fernández Bruno, F. Javier Fuentes Gutiérrez, Adolfo A. M. Gilly, Fabricio Gómez Souza, Fernando Granados Cortés, Mario H. Hernández, Florentino Jaimes Hernández, Justino Juárez M., Alberto Lumbreras, Manuel Marcué Pardiñas, Arturo Martínez Nateras, Filomeno Mata Alatorre, Nicandro Mendoza, Mario R. Menéndez Rodríguez, César N. Molina Flores, Gerardo Peláez Ramos, Alejandro Pérez Enríquez, J. Encarnación Pérez Gaytán, Hugo Ponce de León, José Revueltas, Víctor Rico Galán, Mario H. Ortiz Rivera, Gilberto Rojo Robles, Carlos Sánchez Cárdenas, Demetrio Vallejo, Arturo Zama, Salvador Zarco y todos los enlistados.
A la lista publicada por Martínez Nateras, de la que se extraen los nombres anteriores, habría que agregar cuando menos a Jacinto López, Genaro Vázquez Rojas, Fausto Dávila Solís, Tito Domínguez Lara, José e Ismael Bracho Campos, Fausto Ávila Juárez y muchos otros presos políticos, en especial del estado de Guerrero.

En la sección Nicolaítas trata la huelga nacional de 1956, que movilizó a estudiantes de las escuelas normales rurales y agropecuarias, el sistema técnico, las normales urbanas y algunas universidades, incluidos el Instituto Politécnico Nacional y la histórica institución del cura de Dolores: la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.

En breves líneas, narra los procesos desarrollados en la UMSNH: la constitución del Consejo Estudiantil Nicolaíta y la Federación de Estudiantes de la Universidad Michoacana; la huelga de 1960, la reforma de la Ley Orgánica y el rectorado y caída de Eli de Gortari. Expone, paralelamente, la división en 1961 de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México, la crisis de la Confederación de Jóvenes Mexicanos y la Conferencia Nacional de Estudiantes Democráticos en mayo de 1963.

Del movimiento nicolaíta de octubre de 1966, además de presentar los acontecimientos centrales y el papel de éste en el desenvolvimiento del movimiento estudiantil mexicano, es reproducida una relación de presos políticos consignados en Morelia, de los cuales cabe mencionar a Rafael Aguilar Talamantes, Efrén Capiz Villegas, Sebastián Dimas Quiroz, Ana María Velázquez y Ofelia Cervantes.

México y la guerra fría

En el capítulo Crímenes del Estado policial mexicano se señala, adecuadamente, que el viraje anticomunista de Miguel Alemán corresponde a la división internacional en dos grandes bloques durante la guerra fría, en la cual el gobierno de México se alineó con el imperialismo norteamericano. Los comunistas fueron satanizados, perseguidos y asesinados. Es analizada la represión del 1º de mayo de 1952. [Véase Gerardo Peláez Ramos, “1º de Mayo de 1952. Represión anticomunista”, en Apia virtual, La Haine, La rebeldía de los inmigrantes y otros sitios de la web]. Sin embargo, se cuelan algunas imprecisiones como que los dorados fueron auspiciados por los gobiernos de Ávila Camacho y Alemán. En realidad, la Acción Revolucionaria Mexicanista se fundó poco antes del gobierno de Lázaro Cárdenas y desempeñó un importante rol de grupo anticomunista que asaltaba locales del PCM, golpeaba a huelguistas y manifestantes obreros, agredía a pequeños comerciantes judíos y se alineaba con el nazismo, el fascismo y el falangismo. [Véase Gerardo Peláez Ramos, “Batalla en el Zócalo entre comunistas y fascistas”, en Apia virtual, La Haine y otros sitios de la red].

Señala el autor: “El gobierno mexicano del licenciado Miguel Alemán Valdés mantiene y agudiza el corporativismo social e impone desde la presidencia un golpe de timón, conduce un viraje de la alianza, del control, del respeto estatal a los movimientos de masas a la política de desmantelamiento y represión. El gobierno pasa de la tolerancia a los comunistas, al ejercicio del poder en contra de la sociedad, a la represión, la cárcel y el exterminio de los comunistas. Se inicia el ciclo de la prisión política, del poder delincuente, del genocidio como política del Estado mexicano”. (p. 148)

Entre los presos, consignados y procesados de 1952 son mencionados Mario Rivera Ortiz, Carlos Sánchez Cárdenas y Manuel Díaz Arzate.

Al abordar la disputa sobre el control de las descubiertas de manifestaciones y mítines, el autor expone que “siempre” se producían luchas con las corrientes a la izquierda de la JCM. Más bien lo que ocurría era lo siguiente: si el Movimiento de Izquierda Revolucionaria Estudiantil, los trotskistas, guevaristas y prochinos organizaban un acto éstos no estaban dispuestos a compartir la descubierta o los oradores con la CNED y la JCM, y si estas últimas organizaban una concentración o marcha tampoco eran favorables a permitir la intervención por la libre de los representantes de otras expresiones.

Para los jóvenes militantes de los años 60, la guerra del pueblo vietnamita contra la agresión de Estados Unidos fue motivo de movilización y concientización. En la capital federal, Culiacán, Tijuana, Monterrey, Chilpancingo, Jalapa y otras ciudades se desenvolvieron importantes expresiones de solidaridad con la Revolución vietnamita. En tales condiciones, bajo el impulso del Partido Comunista, surgió el Comité Mexicano de Solidaridad con Vietnam.

En El 68. Conspiración comunista es tratada en forma amplia y con abundante información interna, la huelga de las escuelas de agricultura, el Politécnico, las escuelas normales rurales y otras instituciones, en mayo-julio de 1967. De acuerdo con Martínez Nateras: “Destaca la alianza clave entre los dirigentes agrupados en torno a la figura de Raúl Álvarez Garín, con los miembros de la CNED/JCM y el grupo abanderado por los hermanos García Reyes liderados por Guillermo González Guardado. Es decir, que la huelga con todo, sus experiencias, errores, ensayos y virtudes tenía como núcleo a los jóvenes socialistas del IPN, de la UNAM y del país. Prevaleció el interés general del movimiento por encima de celos y conflictos políticos y personales. Esta alianza pudo haber sido la llave maestra en el 68”. (p. 161)

La Marcha por la Ruta de la Libertad

Un espacio importante del libro lo cubre la preparación y realización de la Marcha Estudiantil por la Ruta de la Libertad, verificada a principios de 1968. Es analizado el Consejo Nacional de la CNED, que tuvo lugar en Culiacán, Sinaloa, del 14 al 17 de septiembre de 1967, que acordó: “Realizar la Marcha Nacional estudiantil por la Ruta de la Libertad del 3 al 9 de febrero desde Dolores Hidalgo, Guanajuato, hasta Morelia, Michoacán”. (p. 163)

La Marcha logró concentrar a núcleos considerables de estudiantes de Monterrey, Sinaloa, Guerrero, Puebla y otras entidades federativas, pero concitó la oposición activa del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz por conducto de su secretario de Gobernación, el anticomunista y conocido criminal Luis Echeverría Álvarez, quien comunicó a los gobernadores el 12 de enero: “…Suplícole comunicarme preparativos salida algún grupo de esa entidad usted dignamente gobierna. Permítome sugerirle por medios persuasivos trate disuadirlos explicándoles verdadera ideología y ubicación política de organizadores”. (p. 182)

El 31 de enero, el mismo jefe del gabinete planteaba a los titulares del Ejecutivo de los estados: “Respecto organización llamada Marcha Libertad, permítome subrayarle posibilidad algunos grupos estudiantiles pretendan captura camiones pasajeros o carga, urbanos o foráneos, para trasladarse a Guanajuato y Michoacán. Suplícole tenga sobre aviso a permisionarios y choferes líneas, fin evitarlo decididamente”. (p. 183)

En la UNAM se opusieron a la Marcha los trotskistas que encabezaba Manuel Aguilar Mora, el grupo Miguel Hernández de Filosofía y Letras, y la asamblea de la Escuela Nacional de Economía. En el IPN eran contrarios la asamblea de la Escuela Superior de Economía y el grupo de Ángel Verdugo Beltrán en la Escuela Superior de Ciencias Físico Matemáticas.

Indica Martínez Nateras: “En torno a la Marcha se deslindan las diferentes organizaciones locales y nacionales. La FNET, la FNECAF, etc. nos repudian y actúan en contra. En cambio la FEU de la UAS la asume como propia. La FEU de Michoacán y el CEN se adhieren a la iniciativa. En todas partes los jóvenes comunistas se preparan a intervenir”. (p. 184)

El gobierno federal, los gobiernos estatales, la derecha y la ultraderecha son puestos en pie de guerra. El Partido Revolucionario Institucional, la Confederación Nacional de Cámaras de Comercio, la Unión Nacional Sinarquista y otros organismos oficialistas y fascistas organizan provocaciones, acarrean pequeños núcleos de ciudadanos y el anticomunismo es utilizado al máximo. La prensa desencadena una campaña que tiene como centro la idea de la conjura comunista.

La campaña anticomunista se acentúa. Hay aprehensiones en Chilpancingo, Guerrero; son detenidos camiones con estudiantes; se impide la salida de contingentes hacia Guanajuato, pero la alharaca oficialista y derechista es incapaz de impedir la concentración y movilización de estudiantes, de frustrar la solidaridad campesina y popular con la Marcha, y de hacer decaer el espíritu de lucha de los militantes de la CNED y la JCM, así como de un pequeño contingente de la Central Campesina Independiente.

El gobierno y la derecha, ante la decisión estudiantil de continuar la marcha, recrudecen las medidas represivas. Internamente impulsan la división y las labores de provocación, con soplones como Jorge Véliz Gamboa, antiguo esquirol en la Escuela Nacional de Maestros. La Dirección Federal de Seguridad detiene a Rolando Waller Ruelas y en el DF son apresados Rafael Jacobo García, J. Encarnación Pérez Gaytán, Marcos Leonel Posadas, Hugo Ponce de León y otros cuadros de la JCM, el PCM y la CNED. A tres kilómetros de Celaya, Guanajuato, es descarrilado un tren. En tales condiciones, se procedió a parar la Marcha.

El autor reconoce la solidaridad de Rufino Perdomo, Luis González de Alba y Cecilia Soto Blanco, aunque no menciona que la fracción de presos políticos del MIRE envió un mensaje solidario a la Marcha por la Ruta de la Libertad.

El movimiento del 68

Las páginas dedicadas al movimiento de 1968 son el centro de la obra y, desde un principio, dan paso a la polémica con los que Arturo caracteriza como viudas del 68 y generales de la derrota. Escribe: “Raúl Álvarez Garín miente en su libro La estela de Tlatelolco. Raúl afirma que nosotros intentamos convencer a los dirigentes de la FNET en las oficinas de López Ostaloza que se encontraba en la plaza de El Carmen y en presencia suya de que cambiaran la fecha de su movilización. Nosotros en ningún momento propusimos nada semejante y nunca nos reunimos con José Rosario Cebreros…” (p. 198)

Agrega: “Por su parte, Gilberto Guevara Niebla hace gimnasia fantástica y se atreve a inventar un supuesto diálogo entre los dirigentes de la FNET y nosotros en la oficina del mencionado director general de Gobierno. Y esto lo intenta 40 años después…” (Ibíd.)

Líneas después transcribe las calumnias y mentiras de Guevara Niebla sobre la pequeñez y docilidad de los jóvenes comunistas, la radicalización, la tendencia a la confrontación con las autoridades, la provocación y otras expresiones parecidas a las difundidas por la DFS y los cronistas de la prensa amarilla de aquellos días.

A continuación, abunda: “Luis González de Alba despectivamente describe nuestra marcha como una procesión ritual de solidaridad con Cuba, con Vietnam, etc.” (p. 200)

Como dato interesante, en el libro queda expuesta la crónica policial del 26 de julio.

El autor precisa en torno a los usufructuarios del movimiento del 68: “El estilo de cada uno de ellos es diferente, pero coinciden en el contenido. El lenguaje oscila desde el anticomunismo senil de Gilberto Guevara Niebla, la libertad literaria de José Agustín, la frialdad analítica y teorizante de Raúl Álvarez Garín y el estilo suavecito y divertido de Luis González de Alba… Carlos Monsiváis es un ejemplo de congruencia. Durante 40 años no ha cesado en sus intentos de ridiculizarnos”. (p. 213)

El Micho no deja de establecer que los textos de los “dueños” del 68 tienen una fuerte influencia en historiadores y estudiosos. Fija en su texto: “El círculo vicioso se cae solo. Por ejemplo, Barry Carr los entrevista, escribe algunos capítulos de una historia ficción y, después, ellos lo citan por su autoridad intelectual. Listo. La mentira convertida en axioma, por obra y gracia del prestigio de un intelectual mexicanólogo. Yo te entrego información sesgada. Tú la conviertes en verdad. Yo te cito después, citándome a mí mismo, para hacer de la mentira o verdades a medias dogmas y verdades inapelables. Éste es un círculo perverso de intelectuales o políticos sin escrúpulos”. (p. 215)

Las acusaciones de los apodados viudas del 68 y generales de la derrota, el ex líder de la CNED las deshace una a una. No existió, por parte de los comunistas, suplantación de los órganos de dirección del CNH, y no se impulsó ninguna política de falta de iniciativas de movilización de masas. El autor acusa a los propietarios de la franquicia del 68 que fueron ellos los que integraron un organismo paralelo al CNH y quienes tomaron decisiones al margen de los órganos legales del movimiento.

Al contrario de las afirmaciones de Guevara Niebla y Álvarez Garín, los comunistas estimularon el movimiento tanto en la capital de la República como en provincia.

En cuanto al diálogo público éste era posible en condiciones de ascenso del movimiento, pero no después de la masacre del 2 de octubre. Lo que procedía, desde septiembre, era la suspensión de la huelga y mantener el movimiento bajo otras formas.
El autor llama a estudiar la provocación en el seno del movimiento, el papel de los infiltrados.

Martínez Nateras explicita que entre el 17 y el 25 por ciento de los delegados del CNH eran miembros de la JCM, entre los cuales estaban Benito Collantes Martínez, Prepa 7, UNAM; Carpóforo Cortés Varona, Voca 7, IPN; Ceferino Chávez, Biológicas, IPN; César Tirado Villegas, ESIQIE, IPN; Edgar Morales Carranza, Prepa 7, UNAM; Florencio López Osuna, ESE, IPN; Javier Guerrero, ENAH; Jesús Ibarra Salazar, FIME, UNL; Marcelino Perelló Valls, Ciencias, UNAM; Marcos Gutiérrez, Prepa 2, UNAM; Martín Unzueta, Prevocacional 3, IPN; Miguel Eduardo Valle Espinosa (El Búho), ENE, UNAM; Pablo Martell, UACH; Raúl Jardón Guardiola, Prepa 2, UNAM; Raúl Moreno Wonchee, Medicina, UNAM, y Rubén Rocha, FECSM.

Por acuerdo del CNH, tres miembros de la JCM fueron designados para argumentar tres de las demandas del pliego de peticiones: José Barragán Gómez, David Vega Becerra y César Tirado.

En El 68. Conspiración comunista es abordada con objetividad la huelga estudiantil de 1966 en la UNAM. En cambio, para Guevara Niebla: “En 1966… en la huelga de la UNAM, la CNED se alió impúdicamente con los estudiantes y porros del PRI que derrocaron al doctor Chávez”. Y para Álvarez Garín: “La caída del rector Ignacio Chávez tiene un componente funesto, de politiquería que corre a cargo de la actuación del Comité de Derecho”. (pp. 249-250)

Con justa razón, Martínez Nateras considera la huelga de 1966 como el inicio de la transformación democrática de la UNAM.
El libro que aquí se reseña incluye fechas memorables de la participación de la UNAM en el 68, y el Memorial en Tlatelolco, al que aprecia como un aporte al movimiento estudiantil de nuestro país, pero señalando críticamente que en materia de información adolece de falta de visión nacional, es débil en lo referente al Politécnico y no abarca la respuesta estudiantil a la violencia gubernamental.

En el Diálogo con Barry Carr, el autor escribe: “Para 1968 la Juventud Comunista estaba más fuerte que nunca antes jamás. Sus afiliados rebasaban los tres mil militantes y las federaciones, escuelas y organismos integrantes de la CNED crecían constantemente…” (p. 268)

En la sección El fantasma del comunismo y los papeles de Lecumberri, es descrito y analizado el fondo del Archivo General de la Nación dedicado precisamente a Arturo Martínez Nateras, que incluye más de 220 tarjetas. El Estado mexicano estaba obsesionado, por su alineamiento con el gobierno y los monopolios de Estados Unidos, con el espectro del comunismo.

Luis Echeverría Álvarez el 8 de agosto de 1968 dirigió a los gobernadores el siguiente mensaje: “Jóvenes estudiantes o falsos estudiantes han sido comisionados por agitadores Partido Comunista y su expresión juvenil llamada Central Nacional de Estudiantes Democráticos, para promover agitación con pretextos diversos pero netamente subversiva en ambientes juveniles. Han salido comisiones a todas entidades federativas. Permítome sugerirle particular búsqueda estas comisiones fin expulsarlas esa entidad y especial atención a cualquier síntoma, inquietud, fin contrarrestarla”. (p. 282)

La parte final de la obra termina con una cronología básica de la CNED; la Juventud Comunista en los años 60; los congresos y dirigentes de la FECSM en los 60; la congresos y dirigentes de la FNET; los dirigentes de la JCM elegidos en el II Congreso de febrero de 1967, entre quienes estaban Marcos Leonel Posadas, Celso Garza, Armando Real Mena, Rafael Aguilar Talamantes, Rubén Valdespino, Carlos Reyes Romero, Enrique Rojas Bernal, Vicente Villamar, José Antonio Retana, Rodolfo Echeverría y Arturo Martínez Nateras; el CEN de la CNED elegido en el Congreso Constituyente de 29 de abril de 1966, que incluía entre otros a José Enrique Rojas Bernal, Rolando Waller Ruelas, Pablo Sandoval Ramírez, Gilberto Valenzuela, Leopoldo Sánchez Duarte, Arturo Martínez Nateras y Rafael Aguilar Talamantes, y el CEN 1968-70 de la CNED elegido el 10 de mayo de 1968 en el Congreso Nacional Ordinario, que encuadraba a Rafael Aguilar Talamantes, Arturo Zama Escalante, Pablo Martell Santos, Antulio Ramírez Romero y Arturo Martínez Nateras.

El 68. Conjura comunista esclarece aspectos fundamentales de la historia de la JCM, la CNED y el movimiento estudiantil mexicano a partir de la década de los años 60. Es una obra que forma parte de la historia de los comunistas mexicanos desde la perspectiva del trabajo juvenil y estudiantil. Por esto, queda ubicado como un importante escrito que enriquece la historiografía del PCM. Es un libro que hace aportes de primera importancia acerca del rol de los jóvenes comunistas en la huelga de marzo-mayo de 1966 en la UNAM, la huelga nicolaíta de octubre de 1966, el movimiento multisectorial de mayo-julio de 1967, el movimiento estudiantil-popular de 1968 y los acontecimientos del Jueves de Corpus de 1971. Es un gran acierto su edición por nuestra máxima institución de educación superior e investigación: la UNAM.

Como es del dominio público, desde el año del centenario de la Revolución mexicana se han producido y reproducido muchos textos acerca de la historia del PCM: orígenes y primeros pasos, trabajo ferrocarrilero y campesino en la segunda mitad de los años 20 del siglo pasado, participación electoral, años de represión anticomunista (1929-1934), Confederación Sindical Unitaria de México, período de reformas estructurales (1934-1940), Comité Nacional de Defensa Proletaria, constitución y primeros años de la CTM, sindicalismo magisterial y comunistas, conferencias pedagógicas de los años 30 y 40, crisis del PC, browderismo en México, guerra fría y comunismo en nuestra patria, Valentín Campa, J. Guadalupe Rodríguez, Movimiento de Liberación Nacional, congresos comunistas en 1940-1954 y 1960-1981, desaparición del PCM, batalla del zócalo entre comunistas y fascistas el 20 de noviembre de 1935, represión del 1º de Mayo de 1952, movimiento estudiantil y comunistas (1963-1968), luchas estudiantiles y comunistas (1969-1973), movimiento magisterial de 1956-1960, sindicalismo universitario de masas y comunistas caídos en México.

Hoy día, cuando se constituye el Movimiento Comunista Mexicano, que retoma la historia del partido de Primo Tapia, Manuel P. Montes, Julio Antonio Mella, J. Guadalupe Rodríguez, Agustín Farabundo Martí, Hipólito Landero, Tina Modotti, Benita Galeana, Valentín Campa, Ramón Danzós Palomino, Othón Salazar, Tomás Cueva, Eulalio El Negro Ibáñez, Joel Arriaga, Enrique Cabrera e Hilario Moreno, la edición de El 68. Conjura comunista abona para mejor comprender los últimos años del PCM y el desarrollo del movimiento estudiantil, por lo que no queda más que darle la bienvenida. Su lectura es muy recomendable.

***Arturo Martínez Nateras, El 68. Conjura comunista, México, UNAM, 1ª reimpr., 2011, 368 pp.

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