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Semana negra para la ciencia

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Javier Flores
La desaparición de una investigadora del Centro de Ciencias Genómicas de
la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la irrupción con lujo
de violencia de la policía en el domicilio de una profesora de la
Facultad de Ciencias de esa casa de estudios y el estallido de un
artefacto explosivo que produjo lesiones a dos investigadores del
Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (Tec) son
algunos de los acontecimientos ocurridos apenas la semana pasada que
afectan gravemente a científicos de las instituciones de educación
superior e investigación, a sus familias y a sus comunidades.

Yadira Dávila Martínez desapareció el 5 de agosto, en Cuernavaca,
Morelos. Ahí se localiza el Centro de Ciencias Genómicas, en el que se
cultivan algunas de las áreas más avanzadas en la investigación en el
campo de la genética. En esa dependencia universitaria, Dávila Martínez
forma parte del Programa de Doctorado en Ciencias Biomédicas y del Grupo
de Interacciones entre Pro y Eucariontes, en los que ha sido una
investigadora muy productiva, como lo muestran sus más recientes
publicaciones aparecidas en la prestigiada revista Microbiology, en
algunas de las cuales figura como primera autora.

Su desaparición resulta extraña, pues hasta ahora nadie ha solicitado un rescate que
pudiera asociar este hecho con un secuestro. Tampoco hay evidencias hoy
que den certeza a los rumores que vinculan este acontecimiento con el
hallazgo de un cuerpo femenino encontrado sin vida en Xochicalco. Su
ausencia ha creado una alarma muy justificada en los medios científicos
y universitarios, en los que se reclama una acción pronta y eficaz de
las autoridades para encontrarla con vida.

Antes de proseguir, no puedo eludir mencionar las sensaciones de vacío
en el estómago y el relámpago que recorre la espalda al referir estos
acontecimientos. Desafortunadamente se han convertido en algo común en
nuestro país. Cuando los padece cualquier integrante de nuestra sociedad
resultan algo muy doloroso, pero nunca habían sido tan claramente las
comunidades de investigadores las víctimas, lo que muestra que en México
hoy nadie se encuentra a salvo.

En otros hechos, la casa de la maestra en ciencias Patricia Magaña
Rueda, profesora e investigadora de la UNAM, fue allanada ilegalmente
por elementos de la policía. No solamente ingresaron en la madrugada por
la fuerza al domicilio que habita con su hija, sino también entraron
violentamente a la casa vecina, donde viven sus padres. Además de sus
actividades académicas, Magaña es una reconocida divulgadora científica
–actividad que vincula a la sociedad con el conocimiento– y actualmente
es directora de la prestigiada revista Ciencias, que desde hace varios
años es editada por la Universidad Nacional.

Esto ocurrió durante el operativo en el que también los agentes causaron destrozos y terror en
la casa del poeta Efraín Bartolomé, quien ha descrito la pesadilla que,
al igual que Patricia y su familia, vivieron todas las víctimas de una
acción ilegal que ilustra la violencia ejercida en este caso por los
cuerpos encargados supuestamente de la seguridad pública.
Desde que asumió la presidencia el licenciado Felipe Calderón su
principal política ha consistido en una guerra cuyo objetivo
teóricamente consiste en garantizar la seguridad de la población.
Resulta paradójico que durante los ya casi cinco años que han
transcurrido, nos encontremos objetivamente en un momento en el que,
como nunca, privan la violencia y la inseguridad.

En un acontecimiento que es de una naturaleza completamente distinta a
los anteriores, pero que viene a sumarse al clima de violencia que
padecen las comunidades de investigadores, los doctores Armando Herrera
Corral y Alejandro Aceves López, del Tec en el estado de México,
resultaron heridos al estallar un paquete dirigido al primero, que
aparentaba ser correspondencia, pero que en realidad contenía un
artefacto explosivo. El atentado ha sido reivindicado por un grupo
denominado Individualidades Tendiendo a lo Salvaje (ITS), el cual
reconoce en sus comunicados la autoría de dos atentados anteriores,
también dirigidos contra investigadores de otra institución educativa,
la Universidad Politécnica del Estado de México. En uno de ellos resultó
con heridas graves un trabajador. Se trata de un hecho que no tiene
precedente en nuestro país.

El grupo ITS concluye su último mensaje con una leyenda que tiene una
carga moral: “La Naturaleza es el bien, la Civilización es el mal”. En
sus mensajes hace una crítica a diversos campos del conocimiento, en
particular a la nanotecnología (y varias áreas de la ingeniería). Los
investigadores que las cultivan quedan convertidos en sus objetivos. Es
cierto que diferentes campos de la ciencia en el mundo y sus potenciales
aplicaciones están sujetos a intensos debates, lo cual es muy
provechoso. Pero en este caso se abandona la discusión y se recurre a
los atentados contra la vida de científicos, lo que resulta sumamente
grave y debe ser rechazado.

Investigadores desaparecidos, allanamientos policiacos y atentados con
paquetes-bombas, muestran que se ha llegado a niveles de inseguridad que
son intolerables. Las comunidades de investigadores deben mantenerse
ante estos hechos unidas y solidarias. Una buena señal, en medio de este
panorama que bien podría calificarse de desolador, es la propuesta sobre
seguridad y justicia elaborada por la UNAM, que muchos deseamos tenga
buen fin.

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