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LÍNEA VIVA

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Alberto Híjar Serrano

Líneas vivas llaman los electricistas a los cables energizados donde trabajan con la consigna “prueba y protégete”. El trabajo técnico tiene que ser muy preciso aunque a veces gane la temeridad o el desprecio por alguna norma, como la del uniforme que no lleva completo el trabajador trepado en el brazo de una torre que parece palo de voladores de Papantla con el otro compañero del otro lado de la cruz en la portada del libro con línea política viva, con líneas de escritura viva por solidaria y combativa.

De manera póstuma y gracias a la recopilación de textos de María del Rocío García y el auxilio para el diseño y edición de Cecilia Figueroa y Rolando García, se ha realizado la publicación del libro de 64 páginas de Rogelio Muciño Castañeda con fotos del autor al lado de León Chávez Teixeiro prologuista, una comisión de Atenco con Nacho Valle sosteniendo un paraguas frente a Palacio Nacional, Carlos Payán, Martín Esparza el dirigente del SME, Micaela Cabañas la hija de Lucio, en momentos distintos del campamento de la huelga de hambre en el Zócalo. El acercamiento al compañero Rogelio en aquel mayo de 2010, lo muestra flaco, con los rasgos del rostro bien marcados, el pelo largo y lacio hasta los hombros y su camiseta negra con el escudo del SME en el centro. Queda justa la mano de León sobre el hombro como signo de abrazo solidario. Ahí estuvimos el cantor-pintor con Daniel González y Silvestre, históricos del Salario Mínimo hoy Barricada Sur, quienes hicieron dueto y cantaron “Madre mexicana”. El compañero Rogelio sacó de sus cosas en el suelo, una postal de Judith Reyes, León respondió con el regalo de uno de sus discos donde no falta Ponciano Flores (cinco hijos, su mujer y la miseria en un cuarto amontonados) citada en la narración de una visita de Rogelio a uno de los campamentos de la resistencia sindical. Dice Rogelio en “El guerrero proletario”: “se imponía un ambiente de fiesta, la resistencia les había enseñado en la práctica a caer y levantarse, a defenderse, a ser humildes y más humanos, a caminar diario con dignidad”. Pero los signos ominosos eran constantes desde la brutal invasión militar a las instalaciones de la Comisión de Luz y Fuerza del Centro en octubre de 2009 que dejó sin trabajo a 70 mil trabajadores insultados por la campaña infame de televisoras y periodistas comprados. La oferta de liquidación resultaba una traición al SME pero el hambre puede vencer a la dignidad proletaria y no menos de 40 mil aceptaron. Otros no, como Rogelio que estaba a dos meses de jubilarse. Formado en la disciplina festiva del SME y en agrupaciones de agitprop como el infaltable CLETA, Rogelio escribió apuntes memoriosos que son los que ahora se publican sin sello editorial, pintaba, dibujaba y no dudó en incorporarse a la huelga de hambre donde las señales ominosas se agravaron como cuando una ambulancia tuvo que entrar al campamento al encuentro de un huelguista moribundo. Para entonces había ya electricistas presos, golpeados y al menos de uno se sabe que se suicidó con la consideración económica de que valía más muerto que vivo, según narra Rogelio. Relata también otros trabajos solidarios, los de las compañeras del comedor, los de las prepas populares, los de los jubilados siempre presentes. La huelga aceleró malestares y llegó el día en el que Rogelio no pudo caminar. Sería llevado en camilla a votar la elección de medio Comité Central. Logró ingresar como paciente al Centro Médico Siglo XXI para enterarse del cáncer que destruía la columna vertebral y sus conexiones nerviosas. La riesgosa operación acordada fue exitosa pero al fin, el 17 de julio de 2013 murió. Nació el 16 de noviembre de 1955 en Malinalco y vivió en la Colonia Agrícola Oriental, igual que los del Salario Mínimo originario. El indignado comunicado del SME pregunta: “¿cuántos trabajadores más tendrán que morir antes de que se nos devuelva el trabajo?, ¿por qué no nos escuchan?”. Escuchan como quien oye llover frente a la chimenea y con una copa de cognac en la mano celebrando el gran negocio de los contratos mientras los cómplices del gobierno del Distrito Federal voltean para otro lado, el de sus propios negocios. El acuerdo de organizar el mantenimiento eléctrico en el DF con los resistentes del SME ha sido olvidado. El poder clasista alcanza un grado de crueldad impune que no deja esperanza de arreglo. La legalidad del “patrón sustituto” ha sido sustituida por argumentos leguleyos adversos.

 

“Somos los zaheridos hasta que gritamos basta/ las victimas que no quieren besar la mano del domador de fieras./Estamos rabiosos,/por eso no nos elevan a su arca, nos temen”, dice en su tapa rojinegra el libro de 88 páginas El rojo de la lengua firmado por Ricardo Antonio Landa ilustrado con rostros y cuerpos por Ana Laura Landa. Tan poblano como la universidad autónoma editora, Ricardo Landa alternó talleres literarios con trabajo constante de organización de trabajadores zaheridos. Desde el primer apartado hay un juego de palabras: Aman cebarnos para hacer referencia al amor carnal que acompaña el “gusto de saber que ando/afanoso/voy punteando el suelo con mi bastón de siembra/ pregunta y pregunta”, para llegar a la necesidad de Manuales y manifiestos: “así pasen cien años de diluvio/somos el pueblo de los autónomos/los solitarios en esta depresión del mundo/somos los tejedores comunitarios/de una revolución comunista de los afectos”. A construir este ágape, Ricardo Landa ha dedicado su vida atareada e intensa, desde que organizó a trabajadores del IMSS hasta El Zenzontle, esa cabeza de red excepcional que a la par que informa de la represión y la devastación del planeta, publica poemas y noticias de encuentros de lo común. Sabia decisión de Ricardo Landa de asumir “el rojo de la lengua” profundamente erótico porque incluye al deseo carnal a la par de la urgencia de construir y fortalecer la plenitud humana amenazada.

 

25 junio 2014

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