Escuela y prejuicios sexistas
Por La araña feminista
Difícilmente puede transmitir valores de igualdad y equidad de género quien no los posea. Eso es lo que se conoce como currículo invisible. Se enseña y se transmite, aunque no esté escrito en ninguna parte.
A nadie le resulta extraño que en los preescolares (sean públicos o privados) con frecuencia vivamos situaciones como estas: actividades especiales diferenciadas por sexo (las niñas talleres de spa, manualidades, modelaje, cocina; los niños, actividades más físicas como fútbol, competencias, juegos de fuerza).
Cuando se pregunta a las maestras por qué aún existen estas divisiones tan marcadas, con la naturalidad propia de lo que culturalmente culturalmente está muy adentro, responden: “…porque las niñas son más débiles y frágiles y los niños siempre han tenido una inclinación natural a las actividades que implican el uso de la fuerza física…”.
Cuando la maestra responde esto, obviamente en su visión de vida tiene claramente establecido los roles de género que le corresponden a las mujeres y a los hombres en la sociedad: mujeres que, aunque “trabajen y tengan alguna función pública”, serán las responsables de la crianza, de la cocina y las labores del hogar, y hombres que serán los fuertes, los protectores, los proveedores.
También podemos ver aspectos como la separación para actividades de educación física, las niñas que reciben lo propio si escapan del molde y desarrollan actividades físicas de forma notoria y los niños que son fuertemente regañados si juegan con una muñeca o con una ollita.
Pero eso que ocurre eventualmente en actividades especiales resulta que es cotidiano en el aula porque los valores sexistas considerados “normales, convencionales y comunes a todas y todos”, son transferidos cotidianamente de forma espontánea por las responsables de la función educativa.
Difícilmente puede transmitir valores de igualdad y equidad de género quien no los posea. Eso es lo que se conoce como currículo invisible. Se enseña y se transmite, aunque no esté escrito en ninguna parte.
El avance hacia una escuela no sexista implica, además de las transformaciones curriculares necesarias, el desarrollo de material didáctico directo y complementario –aún en deuda–, la masiva formación docente en estas áreas y un correcto monitoreo, supervisión y acompañamiento de estas inclusiones.
Porque de manera supuestamente “inocente e involuntaria” es allí donde el binomio socializador familia-escuela pone la semilla para forjar mujeres débiles, serviles y víctimas de violencia, hombres fuertes y violentos, así como generar la homolesbotransfobia, entre otras severas distorsiones que dificultan la construcción de sociedades verdaderamente equitativas e igualitarias en materia de género.
T/Gioconda Mota Gutiérrez
@GiocondaMota
Colectivo La araña feminista