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Cualquier parecido con el fascismo…

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Por Javier Hernández Alpízar

¡Cuánta hipocresía se necesita para absolver toda esa violencia criminal, bendecida por el dogma del “monopolio legítimo de la violencia”, y condenar las resistencias pacíficas y no pacíficas contra esa violencia etnocida!

“Los nazis hicieron a los europeos lo que los europeos habían hecho al resto del mundo.”
Ricardo Guerra.

Deja pensando ese aforismo oral que el filósofo Ricardo Guerra, especialista en filosofía alemana, como en Nietzsche y Heidegger, decía en sus clases, según Luis Tamayo afirma en su libro al alimón con Ángel Xolocotzi: Los demonios de Heidegger. Eros y manía en el maestro de la Selva Negra. Atemos recuerdos: Luis Cardoza y Aragón dijo que el etnocidio cometido por la élite blanca en Guatemala contra los indígenas mayas en el siglo XX es el más grande junto con el perpetrado por los nazis. Walter Graziano escribió un libro de provocador título: Hitler ganó la guerra, en el cual comparte datos como el apoyo de los Bush a los nazis durante la segunda guerra mundial[1] (algo como la venta de armas a Irán con el cual los Estados Unidos estaban en guerra, salida a la luz pública con el escándalo Irán- Contras).

Abelardo Villegas reflexionaba, en la misma escuela donde dio clases Ricardo Guerra, acerca de por qué los Estados Unidos dieron a conocer la existencia de campos de concentración y de exterminio en la Alemania nazi sólo cuando había terminado la guerra, a pesar de tener la información desde antes. ¿Por qué los Estados Unidos no usaron esa información durante la guerra como propaganda contra el enemigo?, se preguntaba Abelardo Villegas. Y se respondía, porque entre los estadounidenses hay muchos antisemitas que hubieran simpatizado con los nazis. En efecto, los Bush simpatizaban y hacían negocios con ellos, igual que General Motors e IBM, así como los Bush han sido socios de negocios de los Bin Laden o gobiernos de USA han apoyado en su momento a los talibanes en Afganistán. Al caer Hitler, yanquis y rusos se pelearon por llevarse a científicos (y luego a artistas e intelectuales) nazis que alimentaron sus equipos de terror de Estado, algunos nazis más se refugiaron en los países del Cono Sur bajo las dictaduras fascistas y anticomunistas. ¿No es verdad que la tecnología genómica y transgénica está haciendo realidad en la biología imperialista de Monsanto y compañía los sueños racistas de manipulación genética de los científicos nazis?

Un pastor argentino comentó la crisis económica en su país diciendo que era algo que tarde o temprano pasaría en un país fundado en el exterminio de contra los indígenas. Pero lo mismo pasó en todo el continente… y en otros. Marvin Harris cuenta en Bueno para comer que los colonos en los Estados Unidos mataron y casi exterminaron a los bisontes americanos porque eran el sostén alimentario de los pueblos indígenas. Asimismo indígenas descendientes de los sobrevivientes de ese genocidio narraron en el Encuentro en Vícam que los colonos europeos además de, igual que en México, darle a los indios alcohol, les regalaban mantas con gérmenes de viruela y otras enfermedades contagiosas que los diezmaban. En la Tenochtitlán asediada por Cortés, sus hombres y sus aliados indígenas, los españoles arrojaron al agua que beberían los aztecas sitiados cadáveres de muertos por pestes como viruela y sarampión, así lo narra La visión de los vencidos compilada por Miguel León Portilla. Guerra bacteriológica en el siglo XVI. La primera globalización fue la de la enfermedad y la muerte, dice Elsa Malvido. Crónicas marcianas de Ray Bradbury hace eco de ello en la ficción, los gérmenes que llevan los humanos a Marte causan estragos.

Gregorio Selser comentaba que algunas armas químicas se usaron por primera vez contra rusos “comunistas” y asiáticos, a quienes los occidentales no tuvieron inconveniente en usar como cobayas para probar sus nuevas armas. Las armas químicas usadas en Vietnam, como el napalm y el agente naranja, fueron convertidas en pesticidas, herbicidas e insumos de la “revolución verde” con la que Monsanto, en páginas de Selecciones del Reader´s Digest, prometía acabar con el hambre. Hoy los transgénicos y los pesticidas de esa empresa hacen estragos en lugares como los sembradíos de soya transgénica en Argentina. Los niños que viven cerca de sus plantaciones salen corriendo a ver las avionetas y son rociados con sustancias derivadas de las armas químicas usadas antes en guerras, hoy vendidas como herbicidas, pesticidas y fertilizantes del monocultivo transgénico.

Cuando observamos lo que el crimen organizado hace en México y Centroamérica, la segunda subregión más violenta del planeta después de África del sur, según Javier Hernández Valencia, representante en México de la alta comisionada de la ONU para los derechos humanos, podemos recordar lo que dicen algunos periodistas: estos grupos criminales lo aprendieron de militares entrenados por las escuelas de la tortura de los Estados Unidos, militares mexicanos de elite contrainsurgente destinados a combatir guerrillas en México y kaibiles guatemaltecos (autores de ese etnocidio que ya vimos como calificaba Cardoza y Aragón) que pasaron a las fuerzas del crimen organizado (planta tóxica que creció con fertilizantes y cuidado de la CIA en el proceso finalmente llamado Irán- Contras). No sorprende que Javier Sicilia compare los hechos de violencia del crimen organizado con los que cometieron los comandos armados nazis. Y que estos hechos violentos se parezcan a los perpetrados por militares yanquis en Abu Grahib y Guantánamo, por las dictaduras fascistas en el Cono Sur y por el gobierno mexicano en la guerra sucia de los 70 y 80.
Como decía el filósofo mexicano Ricardo Guerra, “los nazis hicieron a los europeos lo que los europeos habían hecho al resto del mundo”, y además: los europeos, los estadounidenses y sus ejércitos coloniales lo siguen haciendo al resto del mundo: en guerras abiertas como en Irak y en guerras encubiertas bajo el manto de combate al crimen como en Colombia, Centroamérica y México.
Hay algo profundamente podrido en el corazón de esa civilización, sea la técnica como pensaba Heidegger, sea El Capital como pensaba Marx, sean el pensamiento y las prácticas violentísimas del colonialismo, como piensan otros autores. Ver la limpieza social que ha desatado el gobierno de izquierda brasileño para realizar un mundial de futbol, como la que desataron el gobierno español y el chino para realizar sus olimpiadas y la que desató la dictadura argentina a la sombra de otro mundial… Ver el terror de Estado con el que en México y Guatemala se imponen megaproyectos ecocidas y etnocidas; la limpieza étnica en México disfrazada de control de natalidad condicionando los apoyos de la Cruzada contra el hambre y antes los de Oportunidades… Todo ello exhibe una violencia siempre presente en el dominio, la opresión, la explotación y la guerra contra los pueblos del mundo de los poderes europeos y estadounidenses (y también el Estado israelí contra los palestinos y los gobiernos de derecha e izquierda en América Latina contra sus propios pueblos).
Las sospechas de Abelardo Villegas sobre el nazismo en Estados Unidos parecen confirmadas, pues, como dice Walter Graziano, Hitler ganó la guerra, y hoy los europeos y estadounidenses hegemónicos siguen haciendo contra casi toda la humanidad lo que hicieron los nazis contra los europeos.
¡Cuánta hipocresía se necesita para absolver toda esa violencia criminal, bendecida por el dogma del “monopolio legítimo de la violencia”, y condenar las resistencias pacíficas y no pacíficas contra esa violencia etnocida!

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